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Cuatro joyas del suspenso a pura tensión en Qubit.TV

Desde la opera prima de Quentin Tarantino hasta el filme menos recordado de Hitchcock, desde el primer asesino serial importante del cine hasta una rara película de Orson Welles. El suspenso es de los géneros más atrapantes, y aquí hay cuatro grandes ejemplos del acervo de Qubit.TV.

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Perros de la calle

El debut de Quentin Tarantino resultó una sorpresa absoluta. La historia de un robo que sale mal, de un infiltrado del que nadie sabe, de un botín que queda a la deriva, asombró no sólo por el uso novedoso de la banda de sonido sino por sus diálogos, en los que un tema trivial podía crecer hasta reflejar la tensión -y la inteligencia- entre los criminales. Con humor sardónico y no poca sangre, Tarantino "hizo la suya" a la vez respetando una tradición y traicionándola. El resultado fue un clásico instantáneo.

Pánico en la escena

Aunque tiene un dúo de estrellas femeninas notable (Jane Wyman y la gran Marlene Dietrich), esta es una de las películas menos recordadas de Alfred Hitchcock. Y es una lástima, porque al mismo tiempo es un cuento de crimen notablemente bien narrado y una especie de teoría sobre la puesta en escena, lo falso del arte y la relación entre la ficción y la realidad. Más allá de cierto "truco" de guión que Hitchcock luego rechazaría, mantiene la tensión de principio a fin y es un festival de caracterización clásica, esta vez declinada en femenino.

El extraño

Si El ciudadano fue el gran triunfo de Orson Welles, también fue el motivo de que nunca pudiese hacer en Hollywood un filme tal como lo imaginaba. A pesar de eso, El Extraño es una de sus películas más efectivas, donde un hombre investiga en un pequeño pueblo del interior de los Estados Unidos el probable establecimiento de un criminal de guerra nazi que huyó de Europa. Las actuaciones de Edward G. Robinson (actor que merece mucho más recuerdo) y del propio Welles mantienen en vilo al espectador, y la escritura es de gran inteligencia.

M, el vampiro

Primer filme sonoro alemán, realizado por Fritz Lang, es también uno de los primeros "modelos" del subgénero de asesinos seriales. Aquí Peter Lorre interpreta a un hombre que mata niños, pero lo interesante es cómo tanto las fuerzas del orden como los propios criminales deciden salir en su búsqueda. Hay grandes momentos de suspenso e incluso de acción, pero quizás lo más brillante es la identificación entre ley y crimen. Se ha leído -y con cierta razón- como una metáfora de lo que Alemania vivía con el surgimiento del nazismo. El final es desolador.

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