Joyas del cine de los noventa para disfrutar en MUBI
Los noventa fueron la década en la que se afianzaron los festivales y pudimos acceder a un cine nuevo, de autores fundamentales e incluso de países nada habutuales. Muchas de esas joyas están en MUBI; aquí, una selección fundamental.
Muchas veces hablamos de la década de los 80 como un punto de inflexión, aquel en el que nació un cine hecho de fantasía y reciclaje, de mezclas de tonos y de géneros. Pero los años noventa -ya pasaron más de veinte años, amigos- fue otra década importante para el cine: aquella en la que los mercados internacionales volvieron a abrirse y la consolidación del circuito de festivales (así como el nacimiento de unos cuantos, entre ellos los locales Mar del Plata y Bafici) permitió que muchos autores volvieran a las grandes pantallas. Es la década que nos permitió redescubrir cines como el francés y el japonés, o conocer el siempre denostado pero poco visto (y por eso denostado) cine iraní, con Kiarostami a la cabeza. En MUBI, la plataforma dedicada a este tipo de películas, hay una selección de los noventa que resulta extraordinaria y esclarecedora.
Empecemos por una "de Hollywood" que no lo es, Posibilidad de escape (aquí Light Sleeper) de Paul Schrader. Es la historia de un vendedor de drogas al menudeo (increíble Willem Dafoe), de su jefa y amiga (Susan Sarandon) y de la mujer que alguna vez amó (Dana Delany) y a la que intenta sacar del vicio. Como todo el cine de Schrader, hay mucho de subtexto religioso y sacrificial, pero lo que vuelve al filme algo extraordinario es su tono: la tragedia llega de manera asordinada, sin estridencias, mientras las relaciones entre los personajes son de una normalidad que parece reñida con el contexto en el que se mueven. Es una de las películas del realizador (guionista de Taxi Driver, Toro Salvaje y La última tentación de Cristo para Scorsese, autor de Gigoló Americano y La marca de la pantera) que más muestran la influencia de Robert Bresson. Y una de las mejores.
En esos años, Claude Chabrol creó algunas de sus películas más espectaculares, también. Algunas, con tono ligero pero no por eso menos profundas, como No va más, una historia de estafadores que además habla del amor entre un padre y su hija, un filme que desde lo ligero logra pintar los matices del cariño familiar. Otras, con tono sombrío, como El Infierno, una película que dejó inconclusa Henri-Georges Cluzot y que narra un melodrama de celos que lleva al extremo de la locura surreal y un círculo del que no se puede salir. Inédita en la Argentina, es una obra maestra.
También lo es La Manzana, una película de Irán que cuenta una historia real con sus protagonistas reales: dos nenas que, desde que nacieron, nunca salieron de su casa y se aventuran por primera vez fuera para dar una vuelta manzana. Lo que para nosotros es cotidiano, trivial, en la película se vuelve para las protagonistas (las mismas nenas que vivieron esa historia antes, luego "revivida" para la pantalla) fantástico y peligroso. Opera prima de Samira Makhmalbaf, dura ochenta minutos perfectos.
Rapado, de Martín Rejtman, fue una película a la que el gobierno de Menem le negó subsidios. Y sin embargo, es el filme que permitió el nacimiento de eso que llamamos Nuevo Cine Argentino, ese movimiento que nos dio La ciénaga, Pizza, Birra, Faso, Mundo Grúa, Nadar solo, Balnearios o El fondo del mar, entre otras. Todo empieza cuando a un chico le roban su moto. Y a partir de eso, comienza a "hacer cosas": mirar discos, jugar videojuegos, etcétera. El lenguaje seco, con humor asordinado de Rejtman (que estallaría luego en Silvia Prieto o la genial Los guantes mágicos) aparece aquí como algo totalmente novedoso, y Buenos Aires es otra Buenos Aires.
Puestos a elegir, Gato Negro, Gato Blanco, una comedia disparatada, es la mejor película de Emir Kusturica, uno de los autores que marcó los noventa. Hay dos clanes, un casamiento, mucha música "de la de Kusturica", persecuciones, una historia de amor y la primera palabra que se escucha en la película, a todo grito, es "Maradona". Aunque parezca caótica, bien puede considerarse como un drama cómico en un paisaje donde de la modernidad capitalista solo han quedado residuos resignificados en el goce casi salvaje de la vida. O sea, divertidísima y sin pretensiones gigantescas.
En esos noventa conocimos a los Hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne. Su segunda película, Rosetta, se llevó la Palma de Oro en Cannes y es todavía uno de los documentos más descarnados sobre el "otro lado" del "estado de bienestar" europeo. Una adolescente que consigue un trabajo es capaz de cualquier cosa -incluso de la traición- por conservarlo. Todo está filmado con una cámara en mano virtuosa que nos permite "fingir" que se trata de un documental. Pero esta ficción tiene resonancias mucho más allá de lo político o contextual: es, como otros filmes de los autores (ejemplos: El Padre y El niño), la exposición de un problema moral y universal.
Y terminemos con una de los filmes más gozosos de Nanni Moretti. En Aprile, cuenta varias cosas: la preparación de una película musical sobre un panadero comunista, el triunfo de Berlusconi en Italia (la primera escena, la del porro, es monumental de cómica) y el nacimiento de su hijo. Le pega al periodismo cómplice, se ríe de Al Pacino, se divierte con la vida misma y termina bailando optimista. Una belleza.