Para apurarse a ver: todo esto se va de Max en breve
Cuidado: si tiene Max, las películas que le recomendamos a continuación (todas o casi obras maestras del cine) van a desaparecer de la plataforma. Tiene aún unos días para empacharse con parte del mejor cine jamás hecho. Y si las vio, no está mal repetir. Apúrese.
El asunto "plataformas" es bastante complicado: las películas "están" hasta que un buen día desaparecen, y uno nunca sabe si volverán. Es difícil para nosotros, los que trabajamos de esto, recomendar algo porque quizás esta nota la vea dentro de una semana y ¡puf! lo recomendado pasó a mejor vida. Tiene que ver con que los servidores se saturan, o con que los derechos se vencen. O que se privilegia lo más reciente. Una gran pena que, en última instancia, sólo le hace un favor a la piratería. Así que en esta nota de advertencia, les avisamos qué grandísimas películas se van en estos días de Max.
Por ejemplo, El Ciudadano, la que por mucho tiempo fue considerada "la mejor película del mundo" (no lo es, pero es genial). Se va de Max y veremos si alguna vez vuelve. La película que consagró -y condenó- a Orson Welles es en realidad la biografía no autorizada de William Randolph Hearst, el mayor magnate que conoció la prensa y molde de todos los millonarios malos que dio la ficción en el siglo XX. Se dice poco, pero en realidad la película es una sátira también sobre el universo del periodismo, de las pretensiones "de clase" de los nuevos ricos, y un catálogo de todo lo que se suponía que no se podía hacer con una cámara. En cierto sentido, es un filme experimental, que no se parece a nada que Hollywood hubiera hecho hasta entonces. Y en otro, es pura tradición clásica. Sigue siendo un placer enorme verla.
También se va la mejor película de monstruos de toda la historia, la muy bella King Kong de 1933, con los efectos especiales a puro muñequito diseñados por Willis O'Brien, uno de los mayores artesanos que tuvo el cine. La película también es una reflexión sobre el universo del espectáculo y el cine en particular, así como la historia de La Bella y la Bestia (lo subraya uno de los protagonistas en el plano final) y un melodrama con -quizás- el amor más prohibido que haya dado el cine. Además inauguró el género.
Bueno, sí, se va también Más corazón que odio, una de las películas más citadas de la historia del cine, aquella en la que John Wayne pasa de ser un racista que quiere matar a todo indio a darse cuenta de que los tiempos han cambiado y que el mundo -más tolerante, más justo- ya no tiene lugar para él. Gran película de John Ford donde el maestro utiliza como pocas veces el color y el uso del espacio para contar una historia de más de un lustro de búsqueda y esperanza. Es una película épica, también y a su modo, y democrática a la hora de mostrar bondad y maldad: pueden estar entre cualquier grupo de personas sin importar su etnia o procedencia. Muchos detractores no ven esa pequeña pero poderosa verdad.
Cautivos del mal es uno de los mayores melodramas creados en Hollywood y una de las grandes películas sobre Hollywood. FIlm en clave donde los personajes están basados en otros "de la vida real", Vincente Minelli -el hombre que hizo con este género y con el musical obras excelsas que los trascendían- utiliza el esquema de El Ciudadano para contar la historia de un artista que es también un sinvergüenza. O es un artista porque es un sinvergüenza. Genial trabajo de Kirk Douglas, de Lana Turner y de todo el elenco, es una enciclopedia de cómo funcionaban los grandes estudios.
Entre las películas de aventuras de Alfred Hitchcock, quizás la más depurada y perfecta sea la comedia vertiginosa con Cary Grant Intriga internacional, donde el atildado galán, con traje y todo, es atacado en pleno desierto por un avión. Pero en realidad la película es una sumatoria de absurdos bien a la manera del realizador de Los 39 escalones (con la que el filme tiene mucho en común) y combina un poco de romanticismo, un villano genial a cargo de James Mason y una gran protagonista femenina, Eva Marie Saint, y un gusto por el humor negro y la comicidad absurda como pocas veces utilizó el director. Un placer enorme verla y reverla.
Se va también Rebelde sin causa, la película que hizo una estrella (póstuma) de James Dean. La obra de Nicholas Ray es, desde su título (perfecta traducción castellana) el retrato de una incomodidad en el mundo, de un personaje que no puede adaptarse a sus reglas aunque ese espíritu anárquico proviene casi de un sentimiento metafísico. Sí, claro que es un melodrama juvenil y una película de aventuras romántica: esas son las herramientas de Ray. Además de Dean, Natalie Wood nunca estuvo más linda. Conviene verla más allá del lugar común.
Y se nos van varios, demasiados, filmes de Clint Eastwood. No solo el que le dio el primer Oscar, Los imperdonables, que desnuda la mitología del western y es al mismo tiempo un gran ejemplo del género, sino también uno de los mejores dramas románticos de la historia, Los puentes de Madison, aquel en el que don Clint se saca chispas con Meryl Streep (para quien esto escribe, es también el mejor trabajo de Streep, y miren que hay para elegir). Una pena que no esté más a mano. También se van varias de la serie de Harry el sucio: la psicológica Impacto fulminante, por ejemplo, o la híper cinéfila Sala de espera al infierno (donde hizo uno de sus primeros papeles Jim Carrey, créase o no). También se van La Mula y Gran Torino. Apúrense, abonados de Max, porque el mejor cine se nos va disolviendo.