The Bear preparó un segundo plato tan notable que merece estrellas

La serie sobre el mundo de la alta cocina, que sorprendió en su debut, estrena nueva temporada y sigue deslumbrando

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Una danza entre el caos y el orden. El vértigo de la velocidad y los apuros al grito de "¡Sí, chef!" siguen presentes en las cocinas, pero en esta temporada de The Bear (El Oso) hay lugar para los viajes personales sobre el sentido de la vida, las tareas meditativas y el silencio de la concentración. Hay también un objetivo compartido como un mantra: inagurar el restaurante. 

Aunque el estreno internacional fue hace ya unas cuantas semanas, recién desde esta semana puede verse en la plataforma Star+. La historia tiene como protagonista a Carmen "Carmy" Berzatto, un chef prodigio quien, después de triunfar en las mejores cocinas del mundo, vuelve al barrio de su infancia en Chicago tras el suicidio de su hermano para hacerse cargo del restaurante familiar, un local más cercano a la comida al paso que a la constelación Michelin. La entrega anterior cerró con la decisión de renovar el lugar y aspirar a transformarlo en un establecimiento de la "haute cuisine".  

Si bien Carmy es el personaje central, en esta temporada queda más claro que nunca que no todo recae en sus hombros. Como en toda cocina, es trabajo en equipo y cada persona cuenta (como cada segundo, cuenta). Así, en estos capítulos de estreno la serie decide, con gran acierto, seguir a varios de los personajes en sus caminos de autodescubrimiento y superación. Son como pequeños solos en un relato de equipo. 

La serie siempre fue, de alguna manera, un relato de búsqueda de sanación. En estos nuevos episodios varios de los personajes transitan por la senda del crecimiento personal, con pequeñas epifanías y ejercicios tediosos de repetición (casi al estilo Karate Kid). En esa línea, hay capítulos sublimes como el 7, centrado en "Richie" (se luce Ebon Moss-Bachrach), un personaje que gana dimensión. 

También se muestran las heridas. Las heridas abiertas y las que se esconden debajo de la superficie. El episodio 6, uno de los más destacados hasta por su duración, es toda una experiencia cinematográfica y un viaje notable al pasado familiar de los Berzatto. Duelo actoral con tintes casavettianos que asfixia sin decaer. En ese capítulo hay grandes estrellas invitadas, algunas que reaparecen: son Jamie Lee Curtis, Bob Odenkirk, Sarah Paulson y Jon Bernthal. La temporada cuenta también con la aparición de Olivia Coleman, en un mágico momento, uno de los más hermosos de la entrega. Seguramente ninguna de estas participaciones pasará desapercibida en las temporadas de premios. 

La melancolía de Carmy y su magnético talento se ven interceptados por lo romántico en esta parte de la historia. Si bien este aspecto puede resultar una deriva más convencional o azucarada de lo que nos tiene habituados The Bear, tiene la genialidad de entrecortar esa línea narrativa, restarle predominancia y hasta retirarse a tiempo. Por otro lado, la química entre Jeremy Allen White y Molly Gordon es innegable. 

Algunos pueden encontrar esta temporada más despareja, pero gana texturas, hay capítulos aún mejores que en la primera y mantiene su nivel elevado que la ubica por encima de la mayoría de las producciones audiovisuales actuales. 

En definitiva, The Bear sigue siendo una propuesta tan exquisita como cuando estaba recién salida del horno. 

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