PANORAMA SEMANAL

Cordón sanitario, voto magnate y el monumento a la casta

abercovich

Dos días después de las PASO, Javier Milei volvió al edificio de la Corporación América a visitar a Eduardo Eurnekian. No fue la última vez que se lo vio en esa laberíntica manzana de Palermo que el líder de la ultraderecha considera su hogar y que antes supo albergar a otros políticos como Eduardo Valdés, Vilma Ibarra y Rafael Bielsa. Pero el regreso del calculista financiero devenido fanático minarquista fue distinto. Los aplausos tronaron desde oficinas de distintos pisos y los "viva la libertad, carajo" se escuchaban desde afuera. Por un rato, la fina boiserie del salón comedor del zar aeroportuario pareció fundirse en la escenografía de un comando de campaña.

 

 

 

 

A sus 90 años, Eurnekian siente que no le debe explicaciones a nadie. El fundador del imperio de U$S 2.000 millones que migró de los medios de comunicación a las concesiones de terminales aéreas y que coqueteó sin suerte con la nanotecnología observa a su última criatura con una mezcla de simpatía e incredulidad. El miércoles, en una entrega de premios organizada por una revista de negocios, varios colegas se acercaron a felicitarlo y a contarle que lo habían votado. Él se reía como cuando dijo ante las cámaras, días antes, que se podían mantener vínculos con Estados Unidos y con los BRICS "como con una esposa y una amante".

Quien ve con más preocupación el ascenso del muchacho que podía pasar dos horas frente a una máquina de café argumentando ante quien quisiera escucharlo que había que privatizar las calles para que hubiera menos baches es a su sobrino Martín, el director ejecutivo de Corporación América y presidente de Aeropuertos Argentina 2000. El 23 de agosto, apenas unos días después del regreso del hijo pródigo, le llegó la primera confirmación de sus sospechas. El massista Gabriel Mihura Estrada, vocal de la Auditoría General de la Nación (AGN), le reclamó al jefe del Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (ORSNA), Carlos Lugones Aignasse, que informe sobre una montaña de irregularidades del contrato de concesión gracias al cual los Eurnekian administran 35 terminales en todo el país, extendido por diez años en 2020 aunque todavía faltaban ocho para que se venciera el plazo original de 30 años fijado en 1998.

Los incumplimientos del contrato fueron detectados en ocho auditorías posteriores a esa prórroga de la concesión, que Alberto Fernández firmó para mantener a flote a la compañía mientras los aeropuertos estuvieron cerrados por la pandemia, pese a que ya recibía otras ayudas del Estado como el pago íntegro de los sueldos de su personal mediante el programa de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP). Según esas auditorías -a las que accedió BAE Negocios- hubo demoras en el pago del canon al Estado, falta de pago de intereses por esas demoras, incumplimientos de los planes de inversión previstos, debilidades en las inspecciones de seguridad y dilaciones de más de un año en el pago de multas por todos esos incumplimientos.

La AGN, donde pisa fuerte un radicalismo que también se la tiene jurada a Milei, empezó a escarbar además en el decreto 960/2018 por el cual Mauricio Macri y Guillermo Dietrich cambiaron los requisitos de la concesión original para que no se cayera por las condiciones que Eurnekian venía violando. Fue ese mismo año que cerró sus puertas UnitecBlue, la fábrica de microchips y tarjetas SIM que había inaugurado el grupo con bombos y platillos en 2013 y que sucumbió ante la apertura importadora del macrismo, igual que la vieja textil de los padres de Eduardo por la de Martínez de Hoz, en 1981.

 

Yo no lo voté

 

Los veteranos de Honduras y Bonpland que acompañan la aventura anarcocapitalista de Milei son varios. El co-fundador del partido cavallista Acción por la República, Guillermo Francos, que acaba de renunciar como director argentino ante el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y que militaba la convertibilidad en aquellos años 90 codo a codo con Alberto Fernández, está anotado como ministro del Interior. Otro gerente de la Corporación, Nicolás Posse, es mencionado como posible jefe de gabinete y estuvo a cargo de los aeropuertos patagónicos y de la terminal de El Palomar hasta que un mes antes de las PASO lo salpicó el escándalo por la venta de candidaturas de Milei, que todavía investiga el fiscal Ramiro González.

A Posse, Martín Eurnekian lo intimó a que se tomara licencia sin goce de sueldo hasta fin de año cuando se enteró por un periodista que había sido presentado como "la mano derecha" de Milei en una reunión de fundraising con ejecutivos de otra industria. Un testigo ya había declarado ante el fiscal González que Posse era señalado por su hermana Karina -"El Jefe"- como la persona encargada de recolectar apoyos financieros para La Libertad Avanza. Un severo conflicto de intereses para el gerente de una concesión del propio Estado, que incluso podría costarle su rescisión.

No es algo que desvele a ninguno de los magnates que se acercaron a Eurnekian para felicitarlo en la entrega de premios del miércoles, en la Bolsa de Comercio, como quien saluda al padre de la novia en una boda. La efusividad de empresarios como el dueño de La Anónima, Federico Braun, o el de Laboratorios Richmond, Marcelo Figueras, parecía desmentir la preocupación que compartían -siempre off the record- con la prensa presente por la inviabilidad política de sus propuestas más extremas. Una reedición del "yo no lo voté" de 1995, época cuya añoranza ya no ocultan los libertarianos.

Así como muchos empresarios cuyas compañías sufrieron o incluso quebraron por la convertibilidad no dejaron de apoyar a Menem hasta el final, el voto magnate por Milei en las PASO fue más voluminoso de lo que se cree. Sus raíces también son menos ideológicas y más materiales de lo que surge a simple vista, del mismo modo que la degradación de las condiciones de vida de las capas más precarizadas de la población explica que lo hayan apoyado aún cuando el ajuste draconiano que propugna las empobrecería aún más. Lo ilustró uno de esos ejecutivos top, brutalmente honesto, ante este diario: "La mayoría de nosotros tenemos nuestros ahorros y el grueso de nuestro capital afuera. El valor de los activos físicos enterrados acá difícilmente pueda caer más. Si lo que tenés en el banco local son 100 mil dólares o menos, apenas para lo transaccional ¿cuánto te jode realmente un Bonex, un corralito o una híper?", se preguntó.

 

Grietas y grietas

La desorientación, en tanto, campea en Juntos por el Cambio mientras su fundador también se deja seducir por el jefe de la ultraderecha. El angelicista Martín Ocampo, vicepresidente de la Legislatura porteña, rompió filas al advertir que su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, reivindicó el terrorismo de Estado durante el acto al que convocó en su Salón Dorado para homenajear a las víctimas de atentados perpetrados por organizaciones armadas antes de 1976. "Si la grieta antes era kirchnerismo y no kirchnerismo, ahora la grieta es dictadura / no dictadura; y en el lado de la no dictadura estamos el kirchnerismo y nosotros", caracterizó.

Fue un movimiento tectónico parecido al que generó Axel Kicillof con su metáfora musical del otro lado de la grieta. "No es justo que vivamos de quienes ya hicieron una banda de rock. Vamos a tener que componer una nueva canción, no una que sepamos todos, una nueva". ¿Será esa nueva melodía del peronismo ejecutada por el disonante dúo Massa-Kicillof o el mandatario bonaerense hablaba de su carrera solista?

La ilusión de un "cordón sanitario" como el que establecieron la centroderecha y la centroizquierda europeos frente al avance de fuerzas racistas o violentas como la de Marine Le Pen o el belga Vlaams Blok choca con las advertencias que viene haciendo en las últimas semanas en Buenos Aires Esther Solano, la asesora de la campaña de Lula contra Jair Bolsonaro que eclipsó la estrella del catalán Antoni Gutiérrez-Rubí. En el monumento a la casta, como bautizaron con sorna los peronistas que menos cómodos se sienten en el búnker de Bartolomé Mitre, con sus secretarias duplicadas y sus heladeras siempre llenas de frutas y gaseosas, Sotelo repite un mantra: "No se equivoquen. Nosotros no ganamos. Bolsonaro perdió".

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