NEUROCIENCIA

El cerebro del innovador

El punto máximo de creatividad se alcanza entre los 40 y 50 años, aunque depende del campo de actividad

Ibrusco

Todas las personas tienen la disposición de trabajar creativamente. Lo que sucede es que la mayoría jamás lo nota.

Truman Capote

La innovación ha sido un motor fundamental en la evolución de la humanidad, impulsando tanto el desarrollo cultural como el tecnológico. A lo largo de la historia, la capacidad de crear nuevas ideas y soluciones ha permitido avances que han transformado la vida de nuestros antepasados y continúan moldeando el mundo actual.

Desde una perspectiva neurológica, la creatividad no es exclusiva de los humanos, pero en nuestra especie adquiere una complejidad superior. Este proceso creativo involucra flexibilidad cognitiva, curiosidad, emociones y la activación de múltiples áreas del cerebro. Entre ellas, el lóbulo prefrontal, encargado de la motivación, juega un papel clave en la generación de ideas innovadoras, permitiendo a las personas enfrentar desafíos con soluciones originales.

Los estudios indican que la creatividad se manifiesta de manera diversa a lo largo de la vida. En general, su punto máximo se alcanza entre los 40 y 50 años, aunque depende del campo de actividad. Por ejemplo, las matemáticas suelen tener un auge creativo en la juventud, mientras que la filosofía florece en etapas más maduras. Este patrón demuestra que la creatividad, lejos de ser una función estática, evoluciona a lo largo de la vida.

Un fenómeno particularmente interesante es el estado de "flujo", en el que el cerebro se desconecta de distracciones externas y se enfoca intensamente en la creación. Durante este estado, áreas como el precúneo se activan, favoreciendo la aparición de nuevas ideas. Investigaciones recientes sugieren que los momentos de "eureka", esas epifanías creativas, están vinculados a la corteza temporal superior derecha, una región clave en la resolución de problemas complejos.

La motivación también desempeña un rol crucial en el proceso creativo, regulada por neurotransmisores como la dopamina. Este químico no solo potencia la motivación, sino que también genera una sensación de recompensa, incrementando la probabilidad de que una persona persista en actividades creativas.

Por otro lado, la interacción entre los dos hemisferios cerebrales es esencial para la creatividad. Estudios en la Universidad de Duke han revelado que quienes poseen una mayor conexión entre ambos hemisferios tienden a ser más creativos, lo que subraya la importancia de la integración cerebral en el proceso de innovación.

La neurocientífica Anna Abraham ha desarrollado un marco teórico para entender la creatividad, donde destaca cinco componentes fundamentales que se conocen como las "5 P de la creatividad": Persona, Proceso, Producto, Prensa (presión ambiental) y Perspectiva. Según Abraham, la creatividad surge de una combinación entre la disposición del individuo, el entorno, y los procesos cognitivos implicados. Además, su investigación profundiza en cómo la creatividad se expresa tanto a nivel individual como social, integrando una perspectiva neurocientífica que explora la relación entre las estructuras cerebrales y el proceso creativo. Abraham también señala que la creatividad no se limita a los grandes inventos o logros artísticos, sino que está presente en actos cotidianos, mostrando así su versatilidad en todas las áreas de la vida humana.

Es importante señalar que la creatividad difiere de la inteligencia convencional, medida a través del coeficiente intelectual. Mientras que la inteligencia se centra mayormente en funciones corticales, la creatividad involucra tanto áreas corticales como subcorticales. Además, la creatividad incluye tanto el pensamiento divergente, que genera múltiples soluciones, como el pensamiento convergente, que busca una única respuesta correcta. Si bien ambos tipos de pensamiento son esenciales para el desarrollo humano, el pensamiento divergente es el que más impulsa la innovación.

Roger Beaty y colaboradores de la Penn State University describen cómo la red por defecto del cerebro y la red ejecutiva colaboran en la producción de ideas creativas, proporcionando una base neurocientífica para comprender el proceso de innovación.

La creatividad ha sido y sigue siendo un componente esencial en la evolución del cerebro humano. Nos ha permitido adaptarnos, innovar y crear nuevas formas de vida y cultura. El cerebro del innovador, al igual que el del artista o científico, no solo impulsa el progreso, sino que también es una herramienta vital para la supervivencia y el desarrollo, aunque también de procesos problemáticos como las armas.

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