Panorama Semanal

Fractura expuesta y preguntas incómodas veinte años después

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Por más manos en alto y dedos entrelazados que se vean sobre el escenario montado delante de la Casa Rosada, los cortocircuitos internos en el Frente de Todos crecieron tanto en voltaje después de las elecciones que disimularlos ya es más difícil que resolverlos. A menos de un mes de esa derrota oficialista, las negociaciones con el Fondo Monetario para refinanciar la deuda que dejó como herencia Mauricio Macri volvieron a crispar los nervios dentro de la coalición, donde no todo es tan homogéneo como luce a simple vista ni como querría el ministro de Economía, Martín Guzmán.

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El jefe del Palacio de Hacienda lo supo el lunes, en un almuerzo reservado al que lo convocó Sergio Massa en su despacho. Estaban también Máximo Kirchner, Cecilia Moreau, José Mayans, Carlos Heller y Anabel Fernández Sagasti. La distante frialdad con la que el titular del bloque oficialista en la Cámara baja escuchó la presentación del ministro terminó de cobrar sentido cuando finalmente abandonó la mesa, antes incluso que todos terminaran sus platos de salmón. Fue justo cuando entraba el ministro del Interior, Wado de Pedro, que llegó tarde. Gestos inescindibles de la espera de media hora a la que Cristina Fernández había sometido el miércoles previo a Guzmán, según una nutritiva crónica que publicó en Clarín Santiago Fioriti.

El ministro llevó planillas del programa plurianual cuyos detalles ultimará hasta esta tarde la misión argentina en Washington con el staff del FMI. También se comprometió a presentarse este lunes a defender su proyecto de Presupuesto, que sus tribunos le advirtieron que todavía no saben si lograrán aprobar. Es por la nueva era en el Congreso que se abrió esta semana con la asunción de los nuevos legisladores y legisladoras electos en noviembre: ahora el oficialismo va a tener que negociar cada paso.

Máximo abandonó el almuerzo con un gesto adusto parecido al que exhibió sobre el escenario del búnker del Frente mientras el Presidente llamaba a "festejar el triunfo" en la movilización del 17 de noviembre, a la que La Cámpora llegó tarde y a regañadientes. Reprueba todo el último tramo de las negociaciones con el FMI y especialmente la resignación pública de algunos referentes a que acordar es la única alternativa. Se enfureció, por ejemplo, cuando vio a Leandro Santoro advertir el domingo que si no hay acuerdo, "al día siguiente habría una corrida cambiaria". Considera que es mostrar las cartas antes de jugarlas.

Todos contra todos

 

El jefe del bloque del FdT tampoco concuerda con la convocatoria que hizo el Presidente a dirimir todas las candidaturas de 2023 con listas separadas para las PASO de cada ala de la coalición.

Ya advirtió que en los distintos territorios cada una empezó a construirse por separado de las demás, lo cual podría no atraer votos como ocurrió con Juntos por el Cambio sino restar en la suma total. Pero ante todo cree que ese blanqueo de la pulseada intestina (que esta semana tuvo otro episodio en un evento del Eurasia Group, donde Fernández dijo "el que decide soy yo") lo liberó de apoyarlo sin fisuras. Si va a haber unas PASO, razona, que se expresen las distintas posiciones que encarnará cada lista. Axel Kicillof, aún dolido después de la intervención de su gabinete que forzaron los Kirchner, piensa parecido.

Sergio Massa está convencido de que hay que acordar ya mismo, pero también se muestra crítico cuando evalúa puertas adentro las negociaciones. Sostiene que el pacto que ofrecía el Fondo cuando él visitó personalmente a sus terminales demócratas en el Tesoro y la Casa Blanca, en junio, era más conveniente que el que ahora procuran vender Fernández y Guzmán. "En el medio se les mancó Kristalina", subraya, en alusión al escándalo de corrupción en el Banco Mundial que consiguió sobrevivir Georgieva pero que la dejó debilitada, sin margen para conceder ninguno de los pedidos que le venía haciendo su aliado en Buenos Aires para reencauzar una relación que allá también pesa.

Juan Manzur, por su parte, no podría arrepentirse más del paso que dio al abandonar la gobernación de Tucumán para asumir como jefe de Gabinete. No solamente Gabriela Cerruti lo eclipsó como portavoz sino que su tan mentado volumen político se disipó al calor de la interna y el Presidente ya casi no le habla. Ante empresarios que recibió estas semanas en su despacho de la Rosada se mostró perplejo por la demora del pacto con el FMI. "Lo que necesitamos es firmar, no se puede creer que haya tardado tanto. Por culpa de esta demora de Guzmán no vamos a tener un buen acuerdo", disparó, en línea con Massa.

En esas mismas conversaciones privadas, donde a veces participa el vicejefe Jorge Neme, Manzur soltó otra frase que ayuda a entender la quimera del "acuerdo sin ajuste" que propone el Gobierno a la sociedad, consciente del historial entre Argentina y el Fondo. "Guzmán todavía piensa que se puede hacer un acuerdo sostenible con el Fondo y eso es imposible. Lo importante es firmar algo, despejar los vencimientos y destrabar todo lo que está trabando la incertidumbre. Después veremos". Es la antítesis de lo que piensa el jefe camporista, para quien si se fija un calendario de vencimientos que concentre pagos imposibles en 2024 y 2025 no solo se estaría rifando la estabilidad del país sino también el legado de sus padres y el futuro del kirchnerismo.

Si algo puede servir de consuelo es que la coalición opositora tampoco puede jactarse de una convivencia armónica entre sus integrantes. Lo que podría haber sido el desembarco amenazante en el recinto de una marea de 116 diputados y diputadas con una voz unitaria terminó en la conformación de siete bloques distintos y en el estallido de la interna radical, en la que no faltaron piñas ni vasos voladores. Esa disputa es en realidad el reflejo especular entre los boinas blancas de la verdadera pelea, entre Macri y Horacio Rodríguez Larreta, por la candidatura presidencial de 2023.

¿Para qué?

 

Aunque todavía no hablaron en profundidad sobre el tema, madre e hijo tienen diferencias respecto de cómo encarar el tramo final de las tratativas con el Fondo. Ambos rechazan cualquier bravuconada y descartan una decisión unilateral de no pagar, pero Máximo formula ante quien lo interpela sobre el pacto una pregunta que la mayoría del Frente ya considera respondida: ¿para qué lo firmaríamos nosotros?

La corriente mayoritaria compró el mismo argumento que Santoro. Pero la pregunta también resuena entre las organizaciones sociales. Y su peso en el Congreso no es desdeñable. Juan Grabois ya advirtió que sus dos diputados se abstendrán a la hora de votar el paquete. Puede sumar una más si asume como ministra de Ambiente en la provincia Daniela Vilar, diputada camporista bonaerense, de Lomas, y la reemplaza Natalia Zaracho. A eso se suman los dos de Barrios de Pie, ahora que Natalia Souto asumió en el lugar que dejó vacante Cristina Alvarez Rodríguez, y los dos de la Corriente Clasista y Combativa (CCC). Se supone que el Movimiento Evita, más albertista, acompañará la firma.

Los popes de las organizaciones sociales se lo advirtieron al propio Fernández al visitarlo la semana pasada. "Si el acuerdo pasa por unanimidad o por una brutal mayoría después va a ser muy difícil construir las tensiones que va a haber que construir en los próximos años". Es, en otros términos, la misma pregunta incómoda acerca de a quién le sirve un entendimiento en los términos que propone el Fondo, con un inevitable ajuste y consecuencias sociales complicadas en un cuadro ya crítico. ¿Al propio Fondo, a Alberto Fernández, a los Kirchner, a Massa, a Manzur, a Macri o a Rodríguez Larreta?

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