POBLACIÓN

Impuestos, alimentos y gobierno: llegó la era post hambre

A pesar de las crisis recientes -pandemia y guerra- menos de un décimo de la humanidad, el 9,9%, no cumple con todas las necesidades de nutrición

Mookie Tenembaum

En los últimos veinte años 200 millones de personas dejaron de estar hambrientas, según la FAO. Este número es más significativo cuando se pone en contexto: en el mismo período la población mundial creció en 2.000 millones de personas. El hambre endémico se terminó, y ese es uno de los más grandes logros de la humanidad como conjunto en toda su historia.

La inanición pasó de ser un fenómeno endémico a existir solamente en focos. Y esta era post-hambre es gracias a que cada uno de nosotros: contribuimos a través de nuestros impuestos a nuestros gobiernos y, luego -en forma indirecta- a instituciones internacionales que lograron erradicarlo.

Esto se suma a otros logros de nuestra especie, incluyendo el fin de la polio, la viruela y el agujero en la capa de ozono. Todo esto, en el contexto de una letanía de acusaciones que nos recuerda nuestros fracasos y carencias, como la contaminación, el cambio climático, el uso del plástico y el consumo de carne -entre muchas otras culpas y acusaciones.

Está claro que siguen existiendo casos en los que la población, por situaciones coyunturales, como por ejemplo conflictos bélicos, no recibe el alimento necesario.

 

 

La guerra en Ucrania

El conflicto bélico de mayor escala al día de hoy, tiene como consecuencia directa un incremento de hasta un 20% en los precios de los alimentos en todo el mundo, según informa la ONU. Los precios de algunas materias primas esenciales para la alimentación alcanzaron récords históricos, como el trigo a principios de marzo.

Rusia y Ucrania, dos “graneros del mundo”, producen alrededor del 20% del suministro mundial de maíz y el 75-80% del aceite de semilla de girasol. Entre tanto, 30% del trigo viene de esas estepas. Sin embargo, aunque faltará -por ejemplo- este último cereal en Bangladesh, el Estado contribuirá en la compra de alimentos.

Por lo tanto, una interrupción en la cadena productiva agrícola hasta el momento no generó consecuencias humanas globales a escala, o al menos no comparables con las crisis alimentarias del pasado.

Uno de los principales signos alentadores es que Europa demuestra resiliencia ante el influjo de millones de refugiados ucranianos. Más de un décimo de la población del país se movilizó a Polonia, Rumania, Eslovaquia y Hungría, en pocas semanas. Todo esto no plantea una crisis alimentaria para la Unión Europea.

Desde lo anecdótico, los relatos sobre hambrunas en India son tan antiguos como la historia. En la actualidad, el subcontinente dona alimentos, incluyendo cuatro millones de toneladas de trigo, ante un exceso de producción.

En los últimos años la inseguridad alimentaria ha aumentado como consecuencia de la crisis por la pandemia. Se calcula que a pesar de las crisis recientes -pandemia y guerra- menos de un décimo de la humanidad, el 9,9%, no cumple con todas las necesidades de nutrición, según datos de FAO. Esto es un aumento de casi un 2% en comparación a la cifra estable de 2019 y años anteriores. Criticable, incómodo, pero no es una hambruna.

En definitiva, la humanidad debería felicitarse. Tras miles de años de convivir con la muerte por inanición como algo endémico, hoy eso quedó en el pasado. Quedan muchas cuestiones por resolver, como el respeto por los derechos humanos, la contaminación e infinidad de temas. Sin embargo, una de las principales causas de mortandad masiva de la historia quedó -gracias a todos nosotros- donde pertenece, en la historia.

La humanidad se merece un día festivo planetario para celebrar el fin del hambre.

 

* Analista internacional, autor de Desilusionismo

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