La administración del frente externo: necesidad, no virtud
Desde la instauración del dólar como única moneda de referencia mundial, las economías han necesitado poseer ingresos en esa divisa, ya sea por la voluntad de intercambiar bienes y servicios con otros países, para hacer frente a necesidades financieras o ante la necesidad de acumular reservas internacionales para blindarse de los efectos de las crisis financieras globales.
Argentina no solo no ha sido la excepción sino que su necesidad de dólares también se ha incrementado en las últimas décadas, luego de sendos procesos de liberalización financiera, apertura comercial y desindustrialización. Este devenir ha llevado a categorizar a nuestra economía como "bimonetaria" debido al amplio rol que tiene el dólar en nuestro devenir cotidiano.
En consecuencia, resulta propicio establecer como premisa de cualquier análisis económico que la demanda de dólares de la economía argentina contemporánea parece no tener límite, independientemente del precio de dicha divisa (su tipo de cambio). El comportamiento de la demanda de divisas podrá ser creciente, decreciente o estable según las particularidades de cada momento, pero es innegable que en prácticamente toda circunstancia existirá la demanda de dólares de los agentes económicos tanto nacionales como internacionales que operan en el país.
Por lo tanto, la administración del frente externo de la economía (es decir, los ingresos y los egresos de divisas, ya sea por motivo comercial, financiero y/o cambiario) no solo es ineludible sino que la calidad de tal administración puede definir el éxito o el fracaso de un gobierno debido al impacto rápido y directo que las variaciones cambiarias tienen sobre los precios de la economía, entre otros motivos importantes.
Asimismo, es innegable que tal administración tendrá consecuencias que deberán tenerse en cuenta y gestionarse, como el surgimiento de una brecha entre los tipos de cambio de diversos mercados de referencia, una tendencia tanto a la sobrefacturación de las importaciones como a la subfacturación de exportaciones y un incentivo a la elusión y a la evasión impositiva, entre otras.
Corto plazo y contexto local e internacionalAbordando en esta oportunidad la administración del comercio exterior, y entendiendo que el contexto tanto local como internacional dificulta avizorar un aumento de las exportaciones en el corto plazo, gestionar las importaciones de forma inteligente se vuelven fundamental para el éxito de una gestión.
Esto requiere, por un lado, un estudio profundo sobre el funcionamiento de las cadenas de valor de bienes y servicios de la economía argentina, identificando los sectores que las componen, sus niveles de concentración, sus esquemas de funcionamiento, los rangos de integración vertical u horizontal y las estrategias corporativas empleadas por los grupos económicos que correspondan.
Esta información permitirá saber, entre otras cosas, si el crecimiento de la producción de la cadena (producto de la restricción a las importaciones) generará una mayor necesidad de divisas por la importación de insumos y/o en qué medida la producción local de insumos también podrá aumentar, o si este eslabón se encuentra en manos de pocos actores concentrados, lo que les permitirá generar abusos en los precios, manteniendo los niveles de producción y frenando o perjudicando el crecimiento de la producción de bienes finales. También permitirá identificar los eslabones en donde los productores nacionales sean simultáneamente los principales importadores del mismo bien que fabrican, obteniendo de este modo un mayor poder y control del mercado total.
Por el otro lado, las características actuales y futuras de la administración comercial a nivel mundial hacen necesaria la utilización de instrumentos de política comercial cada vez más complejos. Ya no basta con el uso de reglamentos técnicos como barreras al comercio sino que cada vez es más necesaria la implementación de barreras medioambientales, tal como el mundo desarrollado aplicará en el corto plazo.
A su vez, se debe construir la capacidad nacional para generar certificaciones propias que cumplan con los estándares internacionales, evitando depender exclusivamente de los organismos certificadores internacionales, a partir del desarrollo o la obtención de tecnología adecuada y el aprovechamiento de las capacidades técnicas gubernamentales existentes en organismos tales como el INTA, el INTI, el Senasa, el Conicet y los laboratorios de las universidades públicas, entre otros.