Neurociencias

La complejidad de la empatía y el perdón

Es crucial equilibrar la empatía con otras estrategias de regulación emocional.

Ignacio Brusco

El débil nunca puede perdonar. El perdón es un atributo de los fuertes."

Mahatma Gandhi

La empatía es uno de los procesos cognitivos más fascinantes y determinantes en la conducta humana y también animal. No se trata solo de sentir lo que otro siente, sino de una capacidad mucho más compleja que involucra estructuras culturales y circuitos cerebrales sofisticados. Desde la evolución de nuestra especie, la posibilidad de comprender al otro ha sido clave para la cooperación, el aprendizaje y la transmisión cultural.

Nuestro cerebro ha desarrollado mecanismos para interpretar las emociones ajenas, una habilidad conocida como cognición social. Se basa en la interacción de diversas regiones cerebrales, como la corteza prefrontal, la corteza temporal y el cíngulo anterior. En el ámbito emocional, estructuras subcorticales como la ínsula facilitan la empatía emocional, que nos permite experimentar, aunque sea de forma vicaria, el dolor o la alegría de otros.

Un descubrimiento revolucionario en este campo ha sido el de las neuronas en espejo, identificadas por el equipo de Giacomo Rizzolatti en la Universidad de Parma. Estas neuronas se activan no solo cuando realizamos una acción, sino también cuando observamos a alguien más realizándola. Esta base neurológica explica por qué, por ejemplo, al ver a alguien lastimarse, sentimos un reflejo de su dolor. Además, estos mecanismos han sido fundamentales en el desarrollo del lenguaje y de las prácticas culturales.

Sin embargo, la empatía no es un fenómeno enteramente positivo. Puede ser paradójica y hasta perjudicial en ciertos contextos. Paul Bloom, de la Universidad de Yale, sostiene que la empatía no siempre es justa ni racional: tendemos a empatizar más con quienes se parecen a nosotros o con aquellos que nos generan un vínculo emocional inmediato, dejando de lado cuestiones de mayor trascendencia, como el cambio climático o crisis humanitarias lejanas.

La empatía también puede ser manipulada. En la política, en los medios de comunicación y en la publicidad, se han utilizado estrategias para direccionar el sentimiento empático hacia ciertos grupos y negárselo a otros. La empatía inversa puede generar rechazo y discriminación, reforzando la división entre nosotros y ellos.

A nivel individual, el exceso de empatía puede tener consecuencias psicológicas serias. Profesionales de la salud mental, por ejemplo, pueden experimentar fatiga empática, que los lleva a un desgaste emocional extremo. En la vida cotidiana, un exceso de identificación con el sufrimiento ajeno puede generar ansiedad o depresiones recurrentes. Por eso, es crucial equilibrar la empatía con otras estrategias de regulación emocional.

En este sentido, el perdón se presenta como un proceso complementario. Perdonar no significa olvidar ni justificar una ofensa, sino liberarse del peso emocional que conlleva el rencor. Estudios en neurociencia han mostrado que el acto de perdonar involucra áreas como la corteza prefrontal y el cíngulo anterior, regiones que también participan en la regulación del estrés y las emociones negativas.

Investigaciones recientes han demostrado que las personas incapaces de perdonar tienden a presentar niveles más altos de estrés, hipertensión y mayor propensión al consumo de psicofármacos. En contraste, quienes practican el perdón con mayor frecuencia muestran un mejor bienestar emocional y físico. Emiliano Ricciardi, de la Universidad de Pisa, ha identificado que el acto de perdonar activa circuitos cerebrales relacionados con la autorregulación emocional y la toma de perspectiva, lo que refuerza su importancia en nuestra vida psíquica.

Además, psicólogos de la Universidad Charité de Berlín han desarrollado una terapia centrada en la sabiduría emocional, que busca mejorar la capacidad de indulgencia sin caer en la justificación del daño recibido. Esta terapia plantea que aprender a perdonar no solo beneficia a quien es perdonado, sino también a quien perdona, ya que reduce la carga emocional negativa y mejora la calidad de vida.

No siempre es posible perdonar, y en ciertos casos, quizá no sea recomendable. Sin embargo, en la vida cotidiana, la incapacidad de perdonar pequeños errores puede generar un estrés innecesario y afectar nuestras relaciones interpersonales. Así como la empatía nos permite comprender al otro, el perdón nos libera de la carga de la hostilidad.Ambas emociones son necesarias, se conjugan y apoyan.

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