Neurociencia

La Contraevolución de la Inteligencia Artificial y su Impacto en la Subjetividad Humana

BAE Negocios

"No sé con qué armas se luchará en la Tercera Guerra Mundial, pero la Cuarta se luchará con palos y piedras" - Albert Einstein.

 

Varios científicos plantean que la inteligencia artificial es “contraevolutiva”, es decir, va contra la evolución natural darwiniana. Quizá ese no sea el verdadero problema. De hecho, se plantea históricamente que la medicina iría también en contra de la evolución, dado que sobreviven personas que luego pueden reproducirse.

El real problema puede ser el momento de “la singularidad” (momento en el que la IA supere al humano), como advirtió durante una entrevista en 2014 con la BBC, Stephen Hawking con una declaración terminal: "El desarrollo de la inteligencia artificial completa podría significar el fin de la especie humana".

La era de la tecnología y la IA nos ha llevado a un punto crítico en la evolución humana, donde la subjetividad y el libre albedrío se encuentran en un delicado equilibrio con los avances tecnológicos. Nuestra subjetividad, aquello que nos hace únicos, está cada vez más influenciada por factores externos como las redes sociales, la globalización y la tecnología. Esta invasión en nuestra individualidad plantea interrogantes sobre la autenticidad de nuestras experiencias y percepciones sensoriales.

La complejidad de las sensaciones, esenciales para nuestra experiencia como humanos, se ve afectada por la intervención de la tecnología. Los estímulos sensoriales, intrínsecamente subjetivos y difíciles de definir, están siendo cada vez más manipulados por dispositivos y programas inteligentes. La IA, con su capacidad para imitar y potencialmente superar las funciones cognitivas humanas, representa un desafío para nuestra comprensión del dolor, el placer y otras experiencias sensoriales fundamentales.

La neurociencia ha revelado que el cerebro humano es una estructura compleja, con casi cien mil millones de neuronas. Esta complejidad subyace en nuestra capacidad para tomar decisiones y ejercer nuestro libre albedrío. Sin embargo, la IA y la tecnología informática están influyendo en nuestro cerebro de maneras sin precedentes, introduciendo adicciones tecnológicas y afectando nuestras funciones cognitivas. La sobreexigencia de la cognición por las innovaciones tecnológicas continuas puede llevar a patologías adictivas y a un agotamiento del sistema nervioso.

La IA también desafía nuestra noción de toma de decisiones. Mientras luchamos por equilibrar la emoción y la razón, los algoritmos de la IA pueden introducir nuevos sesgos que complican aún más este proceso. La Inteligencia Artificial Generalizada (AGI) y la singularidad —un punto teórico donde la IA supera la inteligencia humana— podrían alterar fundamentalmente la dinámica de nuestras decisiones y nuestra percepción de la realidad.

Además, el avance tecnológico plantea riesgos significativos, desde la adicción a los videojuegos hasta los dilemas éticos planteados por la genómica y la IA. Estos desarrollos tecnológicos, si bien ofrecen beneficios inmensos, también tienen el potencial de desviar la evolución humana de su curso natural. La dependencia de la tecnología, la modificación genética y la IA podrían llevarnos a un nuevo tipo de ser humano, marcado por la dependencia y la pérdida de autonomía, en lugar del progreso y la mejora que promete la tecnología.

Si bien la estimulación tecnológica puede beneficiar la cognición, especialmente en la tercera edad, su impacto en la estructura y función cerebral a largo plazo sigue siendo una preocupación crucial.

El aprendizaje y el desarrollo del cerebro, cruciales para nuestra evolución, están siendo influenciados significativamente por la tecnología. Si bien la IA producirá cambios, es difícil pensar en los mismos como “contraevolutivos”. La invención de la imprenta, la máquina de vapor, la computación o Internet no solo no nos afectó, sino que muchos plantean que aumentó nuestra cognición.

Aunque la IA y la tecnología ofrecen avances sin precedentes, su influencia en la subjetividad humana, el libre albedrío y la cognición plantea serias preguntas sobre el futuro de nuestra evolución. La clave está en encontrar un equilibrio que preserve nuestra esencia humana mientras abrazamos los beneficios de estas innovaciones.

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