Más allá del Homo Economicus: por qué la economía argentina necesita una perspectiva feminista
La figura de "Robinson Crusoe" y los modelos económicos en una Argentina donde las mujeres representan el 47% de la población económicamente activa y enfrentan una brecha salarial del 27%
La economía mainstream ha construido sus fundamentos sobre una figura ficticia pero muy específica: el homo economicus. Se trata de un individuo racional y egoísta que toma decisiones para maximizar su propio interés y beneficio personal. Es utilizado como principal supuesto en la construcción de modelos económicos para analizar el comportamiento de las personas, asumiendo que ellas tienen acceso perfecto a la información y la capacidad de calcular costos y beneficios para elegir la opción que más les favorezca.
En las clases de economía básica, se ejemplifica a este homo economicus con la figura de Robinson Crusoe, y aprendemos con fórmulas matemáticas cómo Robinson ejecuta su vida. Cuánto tiempo dedica a buscar cocos y cuánto a descansar, cómo intercambia bienes con él mismo, se monta todo un sistema económico con una persona. Como señala la economista Amaia Pérez Orozco, este agente económico se parece sospechosamente a un "hombre blanco, heterosexual, adulto y rico".
En Argentina, esta caracterización cobra especial relevancia cuando observamos que las mujeres representan el 47% de la población económicamente activa, pero enfrentan una brecha salarial del 27%, según datos del INDEC.
La economía feminista emerge como una corriente que cuestiona estos fundamentos, ofreciendo herramientas analíticas particularmente relevantes para entender las particularidades de los agentes que se pretenden estudiar, debido a que se interesa por comprender los aspectos cualitativos y no solo los cuantitativos. A su vez que se interesa por el conocimiento situado, citando a la epistemología feminista, sin perjuicio de la combinacion de herramientas cualitativas y cuantitativas.
Un ejemplo de este tipo de estudios o intereses de la economia feminista aplicados a la realidad argentina, se ve en el trabajo de cuidados no remunerado. Este tipo de trabajo representa el 15,9% del PIB según la última Encuesta Nacional del Uso del Tiempo. En él, las mujeres dedican 6,4 horas diarias versus 3,4 horas que le dedican los varones.
El trabajo invisible y las recetas neoliberales
El contexto en el que esto sucede es también importante para la economia feminista ya que este trabajo invisible se intensifica durante las crisis económicas y aún más cuando se aplican recetas neoliberales: cuando los servicios públicos se deterioran y los precios suben, las familias compensan con más trabajo doméstico.
La crisis actual ejemplifica perfectamente esta dinámica. Mientras los economistas ortodoxos debaten tasas de interés y tipo de cambio, las mujeres argentinas desarrollan estrategias complejas de supervivencia. Cuando se decide cambiar y disminuir los servicios del Estado, las necesidades continúan, provocando un aumento en la responsabilización individual, promovido por políticas de austeridad.
Desde este enfoque, como hemos estado viviendo, se pretende que el Estado limite su papel como proveedor directo de bienestar, acusándolo de inútil o ineficiente, haciendo uso de la "motosierra" se terminan transfiriendo muchas responsabilidades al sector privado y a los hogares, lo que ha llevado a una disminución en la calidad y accesibilidad de los servicio
s, así como a un aumento en la desigualdad, ya que muchas personas no pueden costear lo que el Estado dejó de proveer. La otra cara de la moneda es el aumento de la precariedad laboral entre las personas trabajadoras en el sector de los cuidados, sector que suele a su vez estar feminizado.
La informalidad laboral, que afecta al 38% de las trabajadoras versus 32% de los trabajadores, las deja más expuestas a la erosión del poder adquisitivo. Sin paritarias ni indexación salarial, sus ingresos se deterioran más rápidamente.
La economía feminista propone incorporar el análisis de género en la evaluación de políticas economicas. Esto implica medir no solo variables agregadas sino también distribución intrahogares, uso del tiempo y sostenibilidad de los sistemas de cuidado.
Mientras Argentina busca estabilizar su economía con políticas de austeridad, la perspectiva feminista plantea preguntas incómodas: ¿Quién paga el costo del ajuste? ¿Qué papel juegan las mujeres como amortiguadoras de las crisis?
En nuestro país, los ciclos recurrentes de crisis, ajuste y recuperación siguen patrones que sistemáticamente cargan los costos en el trabajo no remunerado de las mujeres. Cada plan de estabilización asume que las familias se adaptarán automáticamente, pero esta "adaptación" significa intensificar el trabajo de cuidados invisibles.