Opinión

Si no es Bullrich, es nada

Por Horacio Minotti*

Vienen siendo momentos definitorios en esta Argentina sumergida en el dolor, en la marginalidad, la pobreza, el delito y la carencia de futuro.

Y en ese contexto, un proceso electoral puede abrir la puerta de un brusco cambio de rumbo, un volantazo dado por la sociedad que nos permita la posibilidad de encontrar el final de la ciénaga y nos lance hacia un porvenir menos doloroso.

Pero el cambio requerido no puede jamás ser parcial o gradual. Vivimos estas experiencias reiteradamente, sabemos, bien adentro nuestro, que el resultado de ese proceso paulatinos siempre termina en la nada misma. Los sectores que controlan la Argentina y la mantienen en este rumbo de fracaso y pena, son extremadamente poderosos.

Aprovechan la gradualidad o la tibieza para envolver en su red el camino del cambio y hacerlo naufragar. Ya lo vimos, no podemos seguir tropezando con la misma piedra.

¿Cómo puede ser posible que se pretenda un rumbo distinto acordando con los mismos de siempre? Con los sindicalistas mafiosos que mantienen atados a los argentinos a sus privilegios y riquezas desde hace décadas.

Con el narcotráfico que ha copado no solamente Rosario, sino también el conurbano y, hay que decirlo, también la Ciudad de Buenos Aires. Con los empresarios prebendarios que se enriquecen a costa del Estado y enriquecen a los funcionarios que los benefician.

La proliferación de mafias es lo que ha hundido a nuestro país. Los fondos perdidos en corruptelas van a la par de la inoperancia en el ranking de responsabilidad respecto de los niños que no pueden alimentarse, mucho menos educarse, y tampoco vivir seguros. Y a las mafias se las combate, hasta las últimas consecuencias.

Consensuar con ellas es imposible, especialmente si uno no es un mafioso como ellos, porque entonces sus recursos se ven limitados a la legalidad y a los propios principios, lo que indica que el tramposo corre con demasiada ventajas.

Eso es el todo o nada que disparó Patricia Bullrich en su primer spot y que tanto barullo generó. Es el desprecio a la tranza. El rechazo a las mafias y los contubernios. La propuesta principal de la candidata del PRO es obvia: gobernar con la sociedad, de cara a la gente. Se trasunta en su campaña: viaja como las demás personas, interactúa, genera un constante ida y vuelta, no rehúye el contacto permanente, al contrario, lo provoca.

No puedo otra cosa que alertar, que Bullrich lleva la única bandera de cambio real, la única que implica un giro copernicano que alguna vez tenemos que animarnos a dar para encarar un futuro mejor. El resto es mas de lo mismo. Y otros cuatro años en medio de esta catástrofe institucional, social y económica, podrían ser irreparables.

Siempre, en la vida de las personas y también de las naciones, llega ese momento en que barajar y dar de nuevo es una necesidad imperiosa, y
habitualmente, eso se produce cuando se ha tocado fondo. No se me ocurre como estar mas al fondo que esto.

Necesitamos que la corrupción vuelva a ser delito y no una avivada, que el delito merezca sanciones y no indulgencia, que el Estado recobre la autoridad que le hemos delegado como sociedad para que nos cuide, que la política no sea un instrumento para vivir de la miseria del soberano pueblo. Y la única en este contexto de vivillos, que ha mostrado las agallas y las ideas para abatir ese sistema funesto es Patricia Bullrich. La reacción contra ella del sistema de poder, es la mejor prueba de tal cosa.

Pero además, es la única que, en campaña electoral, ha postulado esa transformación, y sus asertos en dicha campaña, se condicen con una línea de conducta que mantiene a través de los años: desde las épocas en que le tocó enfrentar a las mafias sindicales, hasta cuando debió combatir a los narcos.

Concluyo con una pequeña anécdota. Cuando se iniciaba el gobierno de Mauricio Macri, se produjo una crisis gubernamental generada por la
momentánea desaparición de Santiago Maldonado, que luego fue hallado ahogado en un río patagónico. En ese momento, muchos en el gobierno creían que lo mejor era “culpar a un par de gendarmes” para terminar con el problema.

En medio de ese terremoto, ingresé al despacho de un alto funcionario y en la televisión estaba Bullrich, asegurando que no pensaba tirar a ningún gendarme por la ventana hasta no tener elementos que indicasen que existía responsabilidad de dicha fuerza.

El funcionario, partidario de la opción mas fácil, me dijo: “Mira lo que esta diciendo, ¿Qué hacemos con esta mujer?”. Le respondí lo que sé, lo que he visto, lo que mi experiencia me indica sobre Bullrich: “No sé, no estoy seguro si tiene razón o se equivoca, lo único que sé, es que va a haber crisis muy graves estos cuatro años, y que, cuando se pudra todo y las ratas abandonen el barco, solamente vas a poder contar con Bullrich, que va a estar ahí poniendo el pecho”.

Eso es Patricia, por eso trabajo fervorosamente en su campaña, por eso claro, voy a votarla, porque alguna vez los argentinos nos merecemos un presidente que no nos deje tirados, que no arregle las cosas para su beneficio a costa del nuestro, que tenga el coraje para jugársela por la sociedad. No la van a ver a Bullrich tranzando, y mucho menos, retrocediendo cobardemente. No hay muchos de esos, por una vez, quiero que me gobierne uno.

*Periodista, escritor, abogado.

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