Mundos de fantasía
Por cuarto año consecutivo se repite el mismo esquema de optimismo injustificado en las proyecciones del gobierno nacional, de las consultoras y del FMI. Tras anunciar con insistencia escenarios desalentadores, una vez que se avizoró el cambio de gobierno en las elecciones de 2015, las proyecciones de las consultoras, casi sin matices entre sí, y del FMI se volcaron a prever una dinámica mucho mejor que lo que después sucedió en 2016, 2017 y 2018.
El modelo es el siguiente: el gobierno expresa un optimismo burdo, los analistas privados proyectan también con optimismo pero no tan extremo y el FMI suele ser el más moderado pero con algunas previsiones absurdas que revelan la falta de conocimiento de la economía local o alguna otra intención. Ese escalonamiento de las perspectivas, a pesar de haber quedado desfasado en los últimos tres años, ha funcionado para validar planes de producción y de ventas sobredimensionados. O sea, esta impía trinidad ha sido efectiva para hacerle creer a las empresas que el futuro sería mejor y acordar aumentos salariales con sindicatos en línea con las metas oficiales.
En 2019, vuelve a presentarse el mismo orden; el gobierno estima una caída en el PBI de apenas 0,5% y una inflación del 23%, alrededor de 25 puntos por debajo de la que se registrará en 2018. En tanto, las consultoras, según los resultados de la encuesta del BCRA, prevén una baja del PBI de 1,2% y una inflación de 27,5%. Por último, el FMI, de vuelta, es el más cauto en su cálculo de crecimiento: PBI (-1,6), pero presenta una proyección utópica de inflación (20,2%).
Gobierno, consultoras y FMI forman una trinidad que busca que se crea que hay un futuro mejor
Por caso, si se hubieran concretado las previsiones oficiales de crecimiento (1% en 2016 y de 3,5% en 2017 y en 2018), el PBI de 2018 habría sido 8,2% mayor que el de 2015. Sin embargo, en base a los registros del INDEC y bajo el supuesto de que el PBI este año caerá 2,5%, la economía habrá acumulado una contracción de 1,5%. O sea, la diferencia entre lo pronosticado y lo registrado sería de casi 10 puntos. Las consultoras, con muy bajo margen de discrepancia entre sí en los tres años pronosticados (mientras más errores acumularon, más convergentes fueron sus proyecciones), habían estimado un crecimiento nulo en 2016 y de 3% en 2017 y en 2018. Por lo tanto, para ellas, el crecimiento acumulado debería haber sido de 6,1%. En tanto, la secuencia del FMI fue: -0,7% (2016), 2,5% (2017), 2,8% (2018). La proyección del organismo internacional de 2017 fue la excepción a la regla, dado que la economía, según el INDEC, creció 2,9%. No obstante, en el acumulado trianual, también sobreestimó la efectividad del modelo aplicado en 6,2 puntos.
En cuanto a las proyecciones de inflación, los errores fueron también en igual sentido y más grotescos aún. Este sistemático sesgo es paradójico, dado que en el marco teórico predominante de los economistas del gobierno, de las consultoras y del FMI, la inflación es originada básicamente por exceso de demanda. Con una demanda mucho más suave que la prevista, ese factor de presión sobre el nivel de precios fue significativamente menor. Sin embargo, a pesar de la baja presión de demanda, los registros de inflación fueron abrumadoramente superiores a los proyectados. De acuerdo a los promedios de los rangos de las metas de inflación de 2016 (22,5%) y de 2017 (14,5%) y la meta rectificada de 2018 (15%), la inflación acumulada en los tres años iniciales de mandato de Cambiemos debería haber sido de 61,3%. No obstante, según el IPC-CABA (2016) y el INDEC (2017) y una proyección de 48% para 2018, la inflación acumulada sería de 160,4%. Es decir casi tres veces más que las metas oficiales.
Un optimismo reiterado y fallido también se presentó en las proyecciones de los consultores y del FMI. Los privados estimaron que 2016 tendría una inflación del 33,9%, que en 2017 sería de 19,6% y en 2018 de 17,4%. Estos dos últimos datos en base a la Encuesta del BCRA y el primero es de un informe de Latinfocus de enero de 2016. Así, la inflación trianual acumulada debería haber sido de 88%. Por su parte, el FMI, en este caso, fue más optimista que las consultoras. Estimaba una inflación de 26,4% (2016), 20,5% (2017) y 17,8% (2018), acumulando así un 79,4%, entre 2016 y 2018.
Después de tres años consecutivos de proyectar con un optimismo injustificado, puede observarse que existen intereses políticos que influyen en esos pronósticos o que el marco teórico que utilizan no es el adecuado para el análisis de nuestra economía. Esta segunda hipótesis puede recaer en algunos, pero difícilmente sea generalizada.
La impunidad mediática que poseen les permite volver a hacer proyecciones incumplibles en 2019. La economía nacional, con una devaluación del peso de más del 50% en 2018, con un muy brusco ajuste fiscal y monetario, con más tandas de aumentos de tarifas muy por encima de la previsión oficial de inflación, en un escenario preelectoral de alta incertidumbre y en un difícil contexto internacional, lamentablemente, afrontará una contracción de su PBI superior al 2% y la inflación no será inferior al 34%.