Así empezaron los grandes: Óperas primas para disfrutar en Mubi
Muchoa de los nombres grandes del cine comenzaron sus carreras con películas extraordinarias que les allanaron el camino a nuevas producciones y, finalmente, una obra. Mubi presenta muchas de estas películas, en su mayoría no estrenadas comercialmente en nuestro país. Pasen y vean.
La plataforma Mubi tiene una buena cantidad de operas primas. Muchas de ellas permiten ver qué habría de pasar con el cineasta en cuestión en el futuro; otras son -pasa, muchas veces pasa- mejores que la obra posterior del mismo artista. Es que cada película representa una encrucijada y abre caminos, y se puede elegir una u otra cosa para el filme o la carrera siguiente. En todo caso, la lista que vamos a presentarles en esta nota (curadas sobre la curaduría de la plataforma) es de muy buenas películas, algunas de ellas nunca vistas en oantalla grande en nuestro país ni mucho menos editadas en video.
Empecemos por un clásico de las operas primas: Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, de Pedro Almodóvar. Prácticamente todo el Almodóvar almodovariano (disculpen la redundancia, pero se entiende) está allí, y es una pena que en los últimos años el salvaje realizador de esta oda al exceso en la que abundan el humor a lo bestia, estupefacientes, sexo y retrato de la movida madrileña se haya vuelto un adocenado realista adepto a la prolijidad y la cacería de premios internacionales. La fuerza de esta película proviene de su inconsciencia, aunque el joven Almodóvar hacía gala de una fina cinefilia a la hora de citar y copiar. Es alegre, además, ver a Carmen Maura o Cecilia Roth deambular por ese mundo que se atrevía a todo. Sic transit...
El que cambió para mejor fue David Lynch aunque también todo su mundo surrealista (realmente surrealista: su obra abunda en referencias a cineastas de esa corriente como Luis Buñuel -sin contar la daliniana oreja cortada con hormigas de Terciopelo Azul, también en Mubi) está en Cabeza Borradora, inédita en su momento aquí (como Pepi...). La historia de un trabajador en una fábrica de gomas de borrar forzado a casarse y padre de una criatura inquietante, acosado por extrañas pesadillas, es al mismo tiempo un experimento visual, una sátira social y un filme de horror sin cortapisas. Como todos saben, su personaje principal, con ese pelo en perpetua fuga hacia el cielo gris, se volvió un icono cinematográfico a la par de Drácula o Darth Vader. Hoy sigue siendo magistral y, de paso, muestra cómo es tan importante la imagen como el paisaje sonoro, característica básica del cine de Lynch.
Otro inédito magistral es Following, opera prima del británico Christopher Nolan. Ya está todo allí: el suspenso, la apelación al thriller, la pregunta por lo que es real (que será básica en obras como El gran truco, El origen o Interestelar) y, sobre todo, el gran tema de Nolan: qué es y cómo transitamos el tiempo. Filmada con escasísimos recursos pero un guión de acero inoxidable, el cuento de un escritor bloqueado que un buen día comienza a seguir a un criminal y termina enredado en una trama macabra es -y lo decimos sabiendo que puede parecer polémico- la gran obra maestra del autor, superior en concisión a Batman-El caballero de la noche, y en ambición intelectual a Oppenheimer.
Sobre el tiempo y lo intransferible de la experiencia hay otra película en blanco y negro, bastante anterior y que, en cierto sentido, se combina perfecto con la de Nolan. Hiroshima, Mon Amour, no es estrictamente una opera prima, porque el francés Alain Resnais ya había realizado documentales como Toda la memoria del mundo y el demoledor (e imprescindible hoy, está en Mubi) Noche y niebla. Hiroshima... es la historia de amor entre un profesor japonés y una actriz que pasan unos días en Hiroshima. Pero la película innova en el uso del tiempo, adelantando situaciones (el "flash forward") o intercalando momentos documentales. En sí es un discurso sobre el sentido del arte, más allá del tema de la Bomba, que está presente de manera constante. Quizás resulte demasiado experimental hoy, cuando poca gente soporta un plano que dure más de cinco segundos, pero es de esas películas exigentes y discutibles que vale la pena conocer. Después Resnais se hizo mucho menos solemne y se dedicó, en sus últimos años, a la comedia, pero cuando haya películas de ese período les vamos a contar (¡Mélo y Conozco la canción!).
Un poco lo mismo podemos decir del danés Lars Von Trier: cambió en los últimos años hacia un cine más terrible y en ocasiones insoportable, aunque siempre con alguna idea interesante. En cambio, su opera prima El elemento del crimen es un policial que parece -como su película posterior Europa, que lo hizo realmente famoso- fruto de la voluntad de jugar y de mirar películas de Hitchcock y de los exponentes clásicos del género negro. Había entonces un cinéfilo juguetón donde hoy hay un señor bastante solemne (como Almodóvar, apenas más grande que Von Trier pero podemos considerarlos de la misma generación). En sí es la historia de la cacería de un asesino serial, pero va un poco más allá de eso y se transforma en una demostración de puro estilo, a veces -todo hay que decirlo- por encima de la historia que narra.
Y terminemos con otra no estrenada aquí, The Babadook, la historia de una mujer sola, un niño y un monstruo que tiene las peores intenciones (de los protagonistas, como motor). Es la opera prima de la australiana Jennifer Kent, es reciente y se volvió un clásico de inmediato, porque logra una reflexión sobre la condición femenina sin bajar línea y respetando en todo momento las constantes del género terrorífico. El final puede ser alegoría psicológica, pero es adecuado y perfecto.