Elecciones 2023

Cobertura electoral: el demasiado cómodo triunfo de la tradición

Todo lo que podía esperarse de la cobertura de las elecciones presidenciales sucedió. El mismo manual que se repite desde hace años, sin novedades y sin algún elemento que transforme la tediosa espera de datos en algo apasionante

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La cobertura de las elecciones nacionales fue todo lo que cualquier telespectador podía esperar: los candidatos votando, alguna perla entre los votantes (poca cosa, realmente), la repetición de que se trató de una "celebración de la democracia" y poco más. En ese sentido, es probable que la única persona que dio una noticia haya sido Cristina Fernández de Kirchner en un tenso intercambio con un cronista de TN, esa frase de "las decisiones las toma el presidente, a mí no me escucharon". Bien o mal, fue el único momento en la tediosa mañana y tarde electoral en el que sucedió algo.

El resto, como siempre y según el manual: muchos rumores, imágenes de militancia, comentarios de análisis siempre en potencial. Por supuesto que cada señal mostró sus colores y sus sesgos, pero el espectador de hoy ya lo sabe y elige justamente por eso. Escenografías urbanas, conversaciones a veces irrelevantes entre los cronistas ("a veces" por decir algo suave) y el retrato a dos cámaras de los búnkeres de los candidatos. Poco servicio -incluso al cierre de los comiciios en CABA había personas que no sabíán que debían colocarse dos boletas en el sobre: casi nadie en la TV hizo docencia al respecto- y un gran concurso especulatorio entre los periodistas.

Como suele pasar, todo es un concurso de ver quién dice la genialidad más grande o genera el más módico suspenso, pero mientras el resultado permanece en la caja de Schrödinger, hay alguna expectativa. Después vienen los números, la realidad, y el diario -ya- del lunes.

Salvo -y juramos que no es ser partidario- el caso de Crónica, que siempre se toma con algo de humor rimbombante hasta aquello de lo que no podemos reírnos (algo que en el fondo vuelve más humana a la señal, con sus errores y sus aciertos), la cobertura televisiva tuvo el tedio de siempre. Salvo las intervenciones de Ariel Tarico en TN, el único que, gracias a su ejercicio perfecto de la sátira imitación mediante, es capaz de decir la verdad. Sí, incluso sobre el periodismo y sus vacas sagradas.

Es extraño que ni la tecnología -usada apenas para el decorado- ni la verba a veces acerada de ciertos cronistas hayan servido para generar certezas o, al menos, espectáculo, especialmente cuando eran unas elecciones tan cruciales, tan condimentadas por lo extraordinario y lo grotesco, tan críticas. Quizás sea porque falta imaginación a la TV, o quizás porque lo único que termina importando es el porcentaje. Para el país no fue una elección más. Pero para la TV, fue una menos.

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