Gran Hermano dio vuelta la página en los Martín Fierro
La ironía de que el decano de los realities se haya llevado el Martín Fierro de Oro en una noche en la que se pidió por más ficción (y en la que había muy poca para premiar) es en realidad un síntoma de cambios mucho más profundos.
Algo gracioso sucedió en la gala de los Martín Fierro que obliga a volver a pensar la televisión. Vamos a dejar de lado algún comentario político (los hubo de todos los colores), la referencia a esa entelequia llamada "grieta" por parte de quienes gustan levantar el dedito, y etcétera. Lo gracioso, lo irónico además, fue que se pidió mucho por la ficción nacional mientras el Martín Fierro de Oro fue para Gran Hermano, formato extranjero de reality show. Sí, morigeremos: es trabajo argentino y hecho acá, con dulce de leche y todo. Pero no deja de ser irónico.
Lo que se complementa con algunas alusiones al streaming, a que "la TV no terminó" y otro etcétera. Ahora bien: las ficciones premiadas fueron pocas porque hay pocas (aunque sí hay latas). También hemos de dejar de lado la curiosa tradición de que el canal anfitrión de los premios se lleva la mayoría o una cantidad por encima de lo que representa su audiencia promedio. El problema básico es que la TV de aire no dialoga con las nuevas formas de entretenimiento. Salvo casos como, justamente, Gran Hermano, que apelaba a un canal OTT (PlutoTV) como complemento, y a la participación del espectador en redes sociales.
Quizás por ahí esté el verdadero futuro de la televisión (algo que entienden en otros países), quizás tanto el pedido de Alejandro Fantino de medir el rating "federal" como el recuerdo de ficciones "de las que se hablaba en el trabajo o el colectivo, como Rolano Rivas o Gasoleros" (comentario de Ernesto Korovsky, galardonado guonista de El primero de nosotros) sean anacrónicos. La TV es otra cosa, la ficción está buscando nuevo hogar, y el Martín Fierro tiene algo de museo. Quizás el triunfo de Gran Hermano no sea tan mala noticia. Ni tan irónico.