La obra más psicoanalítica del animé erótico
Alguna vez, en esta página, escribimos sobre el hentai, el animé erótico -pornográfico, mejor dicho- japonés. En esta era de controversia e hipercorrección política, donde se suele creer que sentirse ofendido es causa suficiente para prohibir o reprimir (todo ofende a alguien, seamos francos), es bastante difícil encuadrar algunos de estos productos. En principio, hay que aclarar que para los japoneses, el dibujo animado es dibujo animado, y las perversiones más terribles pueden tener lugar allí. La imaginación sexual japonesa es de una riqueza notable justamente porque no tiene los problemas que hay en Occidente. Es frecuente, por ejemplo, el incesto, o el sexo con personajes menores de edad. Pero se entiende que son dibujos, no personas. En ese lugar, la libertad de imaginar hasta lo más terrible es posible. Por supuesto, no tenemos que estar de acuerdo.
También mencionamos alguna vez una producción notable por lo extremo, una de las más famosas obras del hentai, Urotsukidoji-Legend of the Overfiend. Es una miniserie en tres episodios que se emitió en canal de cable en Japón en 1989, en espacio exclusivo para adultos. Más tarde, llegó a Occidente porque fue editada por Penthouse para los Estados Unidos y Europa. Cabe decir que en la Argentina solo circularon copias piratas, tanto en VHS como en DVD, a partir de las copias americanas, habladas en japonés y subtituladas en inglés. Hoy vamos a volver sobre esa obra notable porque hay una versión completa y en castellano -de España, pero bueno...- en Xvideos, uno de los sitios más frecuentados por quienes buscan pornografía. La copia está completa, casi una hora y media, lo que permite ver todos los detalles.
Cabe mencionar dos cosas: es contemporánea de otra obra muy influyente del animé, Evangelion, que hoy puede verse completa en Netflix. La otra, que el hentai adquirió cartas de ciudadanía internacional para público adulto gracias a Urotsukidoji. Que además tiene muchísima tela para cortar. Un prólogo nos cuenta que alguna vez hubo tres reinos: el de los demonios, el de las "bestias" y el de los humanos. Estuvieron juntos pero los pecados de dos de esos grupos los separaron. Cuenta la leyenda que llegará un ser especial (en inglés el "Overfiend", algo así como "el superdotado") que volverá a unirlos. "Bestias" está entre comillas porque en realidad son algo así como una combinación de ser sobrenatural con humano, o humano con superpoderes. Uno de ellos, Amano, busca al Overfiend para asegurar que los tres reinos se reconstituyan, pero tanto él como su muy sexy hermana tienen que luchar con muchos demonios que intentan impedirlo. Ya que estamos, encuentran al superdotado: es un pibe muy tímido de una secundaria, y está enamorado de la chica más popular (que va a corresponderle).
Uno podría pensar que se trata de una historia de humor negro y no falta algo de eso. De hecho, hay un personaje que parece un Pokémon, muy simpático, una especie de monito negro que hace travesuras. Pero el núcleo de Urotsukidoji se concentra en el sexo puro y duro y en lo que implica el placer. Todas las escenas son totalmente hardcore y cada una de ellas pasa del erotismo más o menos "normal" a una representación salvaje del sexo para terminar en algo explosivo y horroroso. El placer nunca termina bien, digamos: siempre culmina en una destrucción absoluta de la persona. En ese sentido, es de las obras más paradójicas que podamos encontrar: las secuencias de sexo están armadas para lograr excitar al espectador y, cuando lo logran, mutan en el espanto y el horror.
Pero hay más: la imaginería sexual es para llenar páginas y páginas de tratados psicoanalíticos. Por ejemplo: una mujer mayor seduce a una chica de secundario. Comienza a darle caricias y placer con la boca. Se transforma en un monstruo lleno de tentáculos que penetran a la chica por todas partes. Uno de esos tentáculos, en el extremo, es también un ojo que se introduce violentamente en la boca de la víctima. Pero no sabemos, nunca, si la víctima siente placer o dolor, si tiene miedo o excitación o, peor, si ambas cosas no serán la misma. La secuencia termina en un combate entre ese monstruo y Amano. La chica queda inconsciente y se "convence" de que todo fue un sueño. No lo fue.
En otra secuencia, el verdadero protagonista es atropellado por un auto y entra en coma. Pero una enfermera lo excita, revive y la penetra. Su sexo crece hasta destrozar el cuerpo de la mujer, pero sigue creciendo hasta quebrar las paredes del hospital y absorber -literalmente- a todas las personas que se topan con ese falo monumental. La secuencia pasa del erotismo al horror y del horror al delirio surrealista sin solución de continuidad. Nuestras ideas quedan confusas.
La trama, que a la mitad de la historia intenta que mantengamos algo de cordura, se vuelve cada vez más extrema. En el medio, el melodrama de un chico común que puede convertirse en una especie de mesías sexual del tamaño de Godzilla que está enamorado de una chica hermosa y -salvo por la violación de un monstruo tentacular- virginal se va diluyendo en lo que tiene un trasfondo mítico totalmente shintoista: la ruptura del equilibrio entre lo humano, lo superhumano y lo divino -que es la ruptura del hombre con la Naturaleza- lleva a una hecatombe de proporciones globales, a una necesaria reconstrucción del mundo a partir de un sacrificio erótico.
El dibujo no es tan bueno como el de otras series más o menos contemporáneas -la primera parte de la saga Macross por ejemplo o la ya citada Evangelion tienen un diseño y un cuidado en los detalles muchísimo mayores. Pero Urotsukidoji tiene una libertad de diseño -los monstruos vaginales o fálicos, los colores contrastantes, los saltos de tono, el guión que va al extremo existencial desde la comedia más simple, la mezcla de horror y sexo- que no es sencillo de encontrar. De hecho, Urotsukidoji -que tuvo varias continuaciones de cada vez peor calidad- es una obra única.