Las billeteras virtuales, grandes aliadas para la inclusión financiera en América Latina
La digitalización se volvió una aliada más que relevante para ampliar el acceso a los servicios financieros en América Latina y el Caribe
La digitalización se volvió una aliada más que relevante para ampliar el acceso a los servicios financieros en América Latina y el Caribe. Mientras los bancos de desarrollo buscaban llegar a sectores marginados, la tecnología ofreció soluciones concretas, accesibles y sostenibles para incluir a quienes nunca habían pisado una sucursal.
La pandemia empujó con fuerza ese proceso. Con las restricciones de movilidad, muchas personas abrieron cuentas digitales por primera vez. Hoy, el 73% de los adultos en la región tiene una cuenta bancaria, según el Global Findex del Banco Mundial. Pero ese avance todavía convive con viejos problemas: el uso de medios de pago digitales sigue siendo bajo y el acceso al crédito y al ahorro formal sigue siendo esquivo para los sectores más vulnerables.
En ese escenario, las nuevas tecnologías ofrecieron una respuesta. Herramientas como la inteligencia artificial, el big data o el aprendizaje automático permitieron crear productos financieros a medida. Así, comunidades rurales, trabajadores informales y microemprendedores empezaron a tener opciones reales para integrarse al sistema.
Los smartphone jugaron un papel central. En muchas zonas alejadas, se volvieron la puerta de entrada a la banca móvil. Las billeteras digitales reemplazaron el efectivo y las plataformas online facilitaron las operaciones diarias sin depender de una sucursal física. A su vez, el análisis de datos no tradicionales permitió evaluar la capacidad de pago de personas sin historial bancario y abrirles el acceso al crédito.
También creció la educación financiera a través de plataformas digitales, apps y cursos online. Esa formación ayudó a mejorar la toma de decisiones económicas en sectores donde el conocimiento financiero era limitado.
Además de reducir costos, la digitalización ayudó a sortear barreras como la distancia geográfica, la falta de documentación o la escasa infraestructura bancaria. Esto potenció la inclusión de actores tradicionalmente excluidos, como las microempresas, los autónomos y las comunidades indígenas.