FINANZAS DIGITALES

Bitcoin, cripto, y bigtechs: los riesgos de los gigantes centralizados

Cweitz

La vida del regulador es muy dura. La innovación y la tecnología siempre le llevan la delantera. La crisis financiera del 2008 puso en evidencia las falencias de los supervisores de los principales países occidentales a los que, como mínimo se les habían escapado del radar sofisticados productos financieros tóxicos que sus regulados de mayor envergadura operaban a plena luz del día. 

El temor a los contagios puso de moda un concepto denominado “too big to fail” que más o menos significa que hay entidades con determinadas características, por ejemplo su gran tamaño que resultan sistémicamente importantes, por lo que los supervisores deben prestarle especial atención para evitar que enfrenten dificultades que puedan generar corridas bancarias.

Gracias al avance tecnológico y a que frente a esta crisis los reguladores, legisladores, organismos internacionales etc etc se focalizaron en desarrollar e imponer exigentes (y necesarias) regulaciones prudenciales al mundo bancario, en las adyacencias de ese perímetro pudieron surgir, ligeros de equipaje, actores de un nuevo universo denominado Fintech o finanzas tecnológicas. Estos, revolucionaron el mundo financiero compitiendo (y al mismo tiempo colaborando) con el sistema tradicional, creando soluciones ágiles y eficientes que fueron siendo adoptadas en pocos años por una parte importante de la población.

Inclusión financiera 

El advenimiento de la sociedad digital basado en el desarrollo de Internet junto con la popularización de los teléfonos inteligentes a nivel global posibilitó en simultáneo al desarrollo de las fintechs, la aparición de las llamadas Bigtechs, grandes empresas tecnológicas, que empezaron en el negocio del comercio electrónico para luego expandirse geográficamente y a distintos ámbitos de la vida económica, en especial hacia el sector financiero.

Algunos ejemplos que pueden citarse de estas tendencias globales son Amazon desde Estados Unidos, Ali Baba desde China, o Mercado Libre desde Argentina. El ingreso de estos grandotes en el universo financiero desregulado no ha sido neutral, le ha facilitado la vida y reducidos costos a comerciantes y consumidores, incluyendo además a millones de personas en el sistema financiero. Asimismo, su gran escala les ha posibilitado acumular un nivel enorme de información de sus clientes, que masajeado por la inteligencia artificial, el aprendizaje automático (machine learning)  y el análisis de información masiva (big data), les ha permitido diversificar aún más sus negocios, crecer y acumular un poderío que dificulta la aparición de nuevos jugadores. Su rol preponderante en estos mercados genera preocupación en términos de: los riesgos financieros que asumen, la protección de consumidores financieros, la integridad y resiliencia operativa de sus sistemas y el uso que le pueden dar a esa información masiva que disponen.

Los supervisores financieros, y los Estados en general, que aún no se reponían del desastre del 2008, debieron enfrentarse a este nuevo fenómeno para el que tampoco ni conceptual ni tecnológicamente preparados.

El abordaje desde las políticas públicas de las grandes empresas tecnológicas y su involucramiento en el sistema financiero (y en la economía en general) sigue en discusión y cuenta con al menos tres aproximaciones regulatorias:

  • Los que quieren prohibir la participación de las bigtechs en el segmento financiero y son acusados, naturalmente, de impedir la innovación.
  • Los que abogan para que las bigtechs puedan desarrollar sus productos financieros en forma transparente pero segregados del sistema tradicional, y con una regulación más laxa, postura criticada porque desnivela la carga regulatoria entre este segmento y el tradicional, lo que además podría llevar a que se subestimen los riesgos intragrupo que estas estructuras complejas generan.
  • Los que creen que hay que incluirlos y tratar a estos gigantes como a cualquier entidad financiera del sistema, enfoque criticado por las dificultades en su implementación y porque por otra parte podría llevar a una sobrecarga regulatoria que también termine ahogando la innovación.

Se podría agregar un cuarto enfoque más libertario, extensible a todos los segmentos de la vida económica, que sería no hacer nada y que sea lo que Dios o el mercado quiera.  

 

Blockchain y ecsistema cripto 

Como si todas las complejidades señaladas fueran pocas, y para terror de los desorientados reguladores, en los últimos años emergió con potencia un nuevo actor; muy popular entre los jóvenes y el mundo emprendedor: el ecosistema cripto, dotado de una tecnología compleja e innovadora que partió de una red tecnológica básica a la que se le fueron incorporando más soluciones y capas que las de las cebollas. Los tecnología de registro distribuido y los contratos inteligentes montados sobre la misma abrieron el juego a diversos plataformas las de las DAOs, DEXs, DEFI, ICOs, CBDCs y un montón de otras siglas que no vienen al caso.

Esta nueva tecnología denominada blockchain no sólo permitió crear un ecosistema cripto diverso y vibrante, sino que se expandió a todo tipo de actividades comerciales, sociales y gubernamentales, entre muchas otras. Temas de identidad digital, trazabilidad, transparencia, privacidad, ciberseguridad, gobernanza forman parte de este rico universo tecnológico que sigue expandiéndose a nivel público y privado. 

Volviendo al mundo cripto en su concepción original más pura, el bitcoin fue creado esencialmente para operar en un entorno puramente descentralizado donde todas las personas pudiesen intercambiar estos activos libremente, en forma directa sin la indeseable intervención de ningún ente centralizado, ni público ni privado. La cosa no funcionó tan así.

Con el paso de los años y al quedar claro que resultaba un negocio rentable que capturaba el interés y la imaginación de millones de personas, se crearon mercados centralizados, localizados en jurisdicciones lejanas y “amigables” (para los exchanges no para los inversores), con plataformas en las que resulta muy fácil operar, necesitando solamente contar con un dispositivo vinculado a internet.

Estos mercados cripto, crecieron exponencialmente incorporando en su operatoria los mismos instrumentos y operaciones financieras sofisticadas, apalancamiento generoso y productos derivados complejos de todo tipo, que ya venían existiendo en el vilipendiado sistema financiero tradicional, al que recordemos el sistema cripto venía a mejorar.

 

Stablecoins, tokens y activos digitales

Surgieron además diversos productos cripto entre los que pueden destacarse por su volumen, las llamadas monedas estables (stablecoins), que constituyen representaciones digitales (tokens) que tienen asociados su valor a monedas (o a otros activos) como al dólar, euro, yen, oro, soja; y que pueden almacenarse o transferirse en forma relativamente sencilla.

En este proceso se crearon también plataformas descentralizadas, pero los entes centralizados alcanzaron mucha mayor envergadura.

Si bien, como en cualquier este ecosistema, existen actores serios y honestos, también hay de los otros. Durante el año 2022 tanto mercados importantes como FTX o monedas estables como Terra Luna o plataformas de crédito como Celsius, todas ellas estructuras cripto centralizadas se desmoronaron afectando significativamente a todo el ecosistema sin distinción de credos.

Volviendo a la cuestión de la importancia del tamaño y de la relevancia sistémica de algunas entidades, y al igual que en el sistema bancario y en el tecnológico, en el universo cripto también emergieron gigantes centralizados que fueron concentrando su poder.

Entre los mercados Binance se transformó en rey indiscutido, y en el universo de monedas estables Tether le sigue sacando varios cuerpos de ventaja al resto.

Para desconcierto de los supervisores estas empresas gigantes operan en todos los continentes, a veces en forma cuasi anónima,  arbitrando regulaciones bajo un gris normativo que no debería resultar tranquilizador para la mayoría de los inversores. No son pocos los argentinos que operan con Binance ni los que tienen este activo tokenizado asociado al dólar.

 

Regulaciones sobre cripto

 

Para tener idea de su dimensión, la página de Binance informa que cuenta con más de 120 millones de usuarios registrados con un volumen de operaciones diarias cercano a los 38 mil millones de dólares.

Por su parte Tether -USDT- señala que cuenta con activos que, sólo en dólares (esto es sin contar tokens relacionados con euros ni otras monedas) superan los 80 mil millones.

Asimismo, este tipo de compañías,  manejan una cantidad de recursos financieros y publicitarios que, hasta el momento, les han servido para seguir creciendo y penetrando en nuevos mercados.

Si bien ambas empresas (Binance y Tether) del universo cripto son totalmente distintas en su esencia y negocio, y han logrado capear las distintas crisis ocurridas en el sector en los últimos años, comparten dos características significativas, primero, tienen un tamaño tal que cuando estornudan hacen temblar a todo universo cripto, y segundo su carácter digital y transnacional dificultan las normas que deben cumplir que son llamativamente inferiores a las del mundo financiero tradicional.

Volviendo al comienzo, si ambas empresas estuvieran bajo la órbita de un supervisor global (que hoy no existe) sin dudas serían calificadas como sistémicamente relevantes y tendrían un foco mayor puesto en su operatoria y en sus activos de respaldo.

Mientras tanto, los supervisores no se amilanan ante estos universos etéreos y siguen calentando motores (con la Unión Europea a la cabeza) para poner en marcha normas para todo el sector cripto, sin quedar claro el impacto final que estas nuevas regulaciones tendrán sobre el ecosistema y sobre los precios de estos activos.

Con la llegada del invierno en el hemisferio norte, a los inversores sólo les queda cruzar los dedos esperando que los gigantes del universo cripto estén bien abrigados.

 

*  Ex presidente de la Comisión Nacional de Valores y Profesor de Criptoactivos y Monedas Digitales en Universidad de Buenos Aires.

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