Como una profecía: la llegada del ChatGPT fue predicha hace más de 70 años
En el inquietante cuento “El gran gramatizador automático”, Roald Dahl describe casi a la perfección el desarrollo y los problemas de la inteligencia artificial hoy
Gracias a obras como Matilda, Jim y el Durazno Gigante o Charlie y la Fábrica de Chocolate, el autor Roald Dahl supo colocarse como uno de los más renombrados en la literatura infantil y juvenil. También escribió algunos cuentos para adultos, pero esos no son recordados con tanto cariño. Sin embargo, uno de ellos se volvió, de repente, muy interesante: la historia de “El gran gramatizador automático” parece haber predicho con una impresionante exactitud el surgimiento del ChatGPT.
Hoy en boca de todos, el modelo de lenguaje que desarrolló OpenAI sembró sorpresas y temores por doquier. Por un lado, demuestra día a día cómo la Inteligencia Artificial (IA) puede solucionar cientos de problemas, ayudar en miles de situaciones y hasta hacerse cargos de trabajos que hasta hoy eran menester de las personas. Por otro, deja en claro que una utilización maliciosa de la herramienta puede hacer mucho daño a la humanidad, y una sobre-utilización puede inundar la Internet de artículos, publicidades y guiones escritos por esta IA.
Tampoco es que la herramienta es perfecta. Son muchos los casos en que se reportaron "alucinaciones" del ChatGPT, que da respuestas insólitas e incorrectas muy livianamente. En redes sociales se multiplica una misma afirmación: cuando el modelo de lenguaje no sabe, inventa. Y ya son varios los expertos que repiten una y otra vez que, como es una máquina, jamás podrá reemplazar al pensamiento humano.
Lo curioso es que esta discusión tan actual e interesante ya ocurrió. Y no fue durante la llegada de las calculadoras, sino en una ficción de Roald Dahl que, gracias al ChatGPT, cobró una nueva importancia.
La predicción de Roald DahlEl cuento de 1953 “El gran gramatizador automático” gira en torno a dos personajes: Adolph Knipe y John Bohlen. Knipe es un genio tecnológico que quiere ser escritor de ficción, pero sabe que es muy limitado. Bohlen es un hombre de negocios al que ni siquiera le gusta Knipe, pero reconoce su potencial.
En la historia, Knipe decide crear una máquina que pueda escribir para él, mejor que él. La computadora solo necesitaba de "los verbos, los sustantivos, los adjetivos y los pronombres" en su memoria para ordenarlos según las reglas gramaticales y de acuerdo con tramas conocidas. Así, salían las oraciones que componían una historia. “Una máquina, por ingeniosa que sea, es incapaz de un pensamiento original”, aclara Knipe, en una frase que bien podría ser leída en cualquier red social o medio hoy en día.
Y aunque la idea era para ser mejor escritor, Knipe ve allí una enorme veta de negocio: cientos de artículos escritos por la máquina en vez de personas. "La calidad puede ser inferior, pero eso no importa. Es el costo de producción lo que cuenta. Y las historias, bueno, son solo otro producto", le dice a Bohlen al proponerle la idea.
En un principio, el empresario no le cree. Sin embargo, Knipe termina la máquina en apenas unos meses: enorme y difícil de manejar, cuenta con botones que controlan el tono, el tema y el estilo literario de las historias de la máquina, tomados de las palabras de grandes escritores como Hemingway. Nada muy distinto a las herramientas como el ChatGPT o Midjourney, la IA detrás de la famosa imagen del Papa: máquinas que crean según instrucciones de humanos, basadas en creaciones de humanos.
Al igual que las "alucinaciones" de las primeras versiones del ChatGPT, los primeros días de la máquina de Knipe están plagados de errores y desastres. Sin embargo, el tiempo hace que la máquina aprenda y mejore, haciendo que sus creadores se conviertan en escritores prolíficos y famosos. Su éxito se convierte en ambición, y se deciden a comprar las "marcas" de escritores famosos, solicitando permiso para usar su nombre y estilo, y reemplazarlos por completo por la máquina.
En el cuento de Dahl, los escritores al principio se oponen, ya que para ellos lo importante es el acto de creación y no el reciclado de obras ya hechas. Pero la máquina empieza a dominar el mercado y termina convirtiendo a la mayoría en sus clientes, haciendo que los escritores prefieran el dinero antes que su trabajo. La historia de Dahl termina con una nota trágica, que describe a un autor que se resiste a la tecnología, se niega a firmar el "contrato de oro", pero no puede alimentar a su familia. La máquina, al parecer, desplazó permanentemente a los creativos.
El escalofriante parecido con el ChatGPTCasi todo lo que sucede en “El gran gramatizador automático” pasa en la actualidad. El ChatGPT y otras IA tienen errores insólitos, pero son cada vez menos. Sus creaciones —que hace basándose en obras humanas— se hacen cada día con más rapidez y más creatividad. Sus opositores (artistas, escritores, compositores) argumentan que la creatividad se está perdiendo.
Esta pequeña crisis de la IA ya afectó, por ejemplo, a la revista Clarkesworld, que publica cuentos de ciencia ficción y fantasía. En los últimos días, recibió tantas historias escritas con IA que debió cerrar temporalmente, reportó Forbes. En Twitter, Clarkesworld lamentó que “no tienen solución al problema”, solo “ideas para minimizarlo”: poner muros de pago y restringir las presentaciones a autores previamente publicados sería un obstáculo para los autores emergentes y correría el riesgo de excluir a muchos por completo.
¿Hay esperanza o todo terminará como dijo Roald Dahl? Dictámenes como el de la Oficina de Derechos de Autor de Estados Unidos, que aseguró que las imágenes generadas por IA "no son producto de la autoría humana" y, por lo tanto, no pueden tener derechos de autor, dan cuenta que no todo está perdido. Pero, ante el panorama incierto, muchos hubieran preferido que una fábrica como la de Willy Wonka o un durazno gigante como el de Jim fueran las predicciones de Roald Dahl que se volvieron realidad.
El cuento entero puede leerse acá: