Peronismo, historia y lealtad: qué pasó en Argentina el 17 de octubre

Sin instrucciones, el pueblo tomó las calles el 17 de octubre de 1945 y consolidó su lealtad a Juan Domingo Perón. El origen de un movimiento que marcó la historia política de Argentina

BAE Negocios

Aquel miércoles 17 de octubre de 1945 amaneció con un calor abrumador en Buenos Aires. Pero no era solo el clima lo que hervía, también el país entero. Desde temprano, miles de trabajadores comenzaron a salir de fábricas, talleres y puertos. Dejaban las máquinas, se subían a los camiones, a los trenes o simplemente caminaban. Iban todos hacia el mismo lugar: la Plaza de Mayo. Querían una sola cosa: la liberación del coronel Juan Domingo Perón.

Perón, que había ganado popularidad como secretario de Trabajo y Previsión, había sido detenido por el propio gobierno militar al que pertenecía. Muchos en las altas esferas lo veían como una amenaza, por ser un oficial que hablaba de derechos laborales, vacaciones pagas y aguinaldo no encajaba bien en los salones del poder. En pocos años, se había ganado la desconfianza de la elite política, empresarial y militar. Lo enviaron detenido a la isla Martín García, pero no imaginaron lo que venía. En las fábricas y los barrios, su nombre era sinónimo de esperanza.

De la fábrica a la plaza: la lealtad que dio inicio a un movimiento

Los sindicatos habían decretado un paro general para el 18 de octubre, pero los trabajadores decidieron tomar cartas en el asunto un día antes. Nadie ni nada los organizaba desde arriba, sino que se trató de una movilización espontánea. La esperanza que los obreros veían en la figura de Perón se convirtió en una marea humana que marcó la historia política argentina.

Las columnas obreras cruzaron puentes, avenidas y hasta ríos, como fue el caso del Riachuelo por puente Pueyrredón. Algunos en bote, otros nadando, pero el objetivo era el mismo: pedir por la liberación del hombre que habían elegido como su líder. Algunos marcharon descalzos, otros en bicicleta, otros cantando. Hubo policías en los accesos y advertencias de represión, pero el pueblo siguió. 

A medida que el sol caía sobre Buenos Aires, la Plaza de Mayo se fue llenando. A las cinco de la tarde, ya no cabía un alma más. Las fábricas estaban vacías y las calles, llenas. El olor a río y la transpiración se mezclaba con el grito “¡Queremos a Perón!”. Las “patas” en la fuente fue la imagen de la revolución. Los obreros tenían protagonismo.

Esa noche, desde el balcón de la Casa Rosada, Perón habló al pueblo que había ido a rescatarlo. Ante una multitud, el nuevo líder no habló de venganza contra sus opresores, sino que selló su relación con la gente con su promesa de justicia social y un nuevo país donde los trabajadores serían protagonistas. 

 

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