El trabajo del futuro no necesita universidad: esto es lo que importa

Empresas desesperadas por técnicos especializados ofrecen sueldos de hasta 75 mil dólares a estudiantes secundarios. Algunos ya tienen trabajo antes de egresar.

BAE Negocios

En Estados Unidos, adolescentes sin título universitario reciben ofertas laborales por cifras que rondan los 70 mil dólares anuales. El fenómeno crece al ritmo del retiro de los baby boomers y de una demanda insatisfecha de oficios técnicos. 

Elijah Rios, un estudiante de 17 años de la escuela secundaria Father Judge en Filadelfia, ya cuenta con una propuesta concreta: trabajar como soldador por 68 mil dólares al año

"Es un poco abrumador: esta empresa te quiere, aquella empresa también", dijo Rios al The Wall Street Journal, criado en Kensington, un barrio golpeado por la pobreza y las drogas. Su objetivo, explicó, es construir una vida mejor. "Sinceramente, se siente como si fuera un deportista que recibe atención de todos estos equipos profesionales".

El caso de Rios no es único. En la misma institución, todos los egresados del programa de soldadura ya consiguieron empleo, con sueldos que superan los 50 mil dólares, según afirmó el instructor Joe Williams. Uno de ellos, Aiden Holland, fue reclutado por un contratista de defensa en Nueva Jersey para soldar submarinos nucleares por 75 mil dólares al año. "Se siente bien saber que somos muy, muy demandados", dijo.

La escuela Father Judge se ha convertido en un imán para empresas locales e incluso fabricantes de submarinos. Varias visitan las aulas con regalos promocionales y propuestas tentadoras. El vínculo con las compañías permite a los alumnos combinar horas de clase con trabajo remunerado y créditos académicos.

Bob Walker, fundador de la empresa Global Affinity, contrató a Rios para operar maquinaria de alta precisión. "No busco al tipo que tenía hace 20 años", afirmó. Walker necesita operadores capaces de manejar un cortador láser de acero de 1,7 millones de dólares.

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La "universidad para todos" retoma fuerza

La reconexión entre el sistema educativo y los oficios también se extiende a otras regiones. Roxanne Amiot, instructora de mecánica automotriz en una escuela técnica de Connecticut, fue tajante: "No me llamen cuando los chicos se gradúan, agárrenlos ahora que tienen 16 o 17 años, o no tendrán a nadie que trabaje para ustedes".

En ese estado, el grupo D’Addario Automotive incorpora estudiantes secundarios como pasantes. Ganan créditos escolares mientras trabajan, y la empresa los evalúa para contratarlos en forma definitiva. "La idea de formar tu propio talento se volvió crítica", dijo Dan Schnaufer, director del taller. En su experiencia, un graduado de secundaria puede empezar con 50 mil dólares anuales y duplicar ese ingreso en cinco años, sin deuda universitaria.

El giro hacia los oficios también encontró impulso institucional. La organización SkillsUSA, fundada en 1965, organiza una competencia nacional para estudiantes de oficios en un espacio equivalente a 31 canchas de fútbol. "En los últimos años, muchas más empresas quieren estar presentes", afirmó su directora ejecutiva, Chelle Travis.

Por su parte, Constellation Energy —operadora de centrales nucleares— lanzó un programa de aprendizaje en Chicago para alumnos de secundaria, con créditos universitarios incluidos. "Son carreras que permiten sostener a una familia", explicó Ray Stringer, vicepresidente de la firma.

Angie Simon, exdirectora de una empresa de instalaciones mecánicas, impulsó el programa "Heavy Metal Summer Experience", que capacita gratis a jóvenes en soldadura, plomería y cañerías. En 2025, alcanzará a 900 estudiantes en 51 sedes. "Dejá de pensar que otro va a resolver tu problema", afirmó. "¿Por qué no hacés algo vos?"

Hace una década, muchos colegios ni siquiera permitían a las empresas de oficios participar de sus ferias laborales. Hoy, el interés por las carreras técnicas reconfigura esa lógica. "El péndulo se fue demasiado hacia la universidad para todos", dijo Steve Klein, investigador de educación vocacional. Pero advirtió que no se debe excluir el abanico completo de posibilidades: "No hay una sola respuesta que sirva para todos".

 

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