Habemus Papam: León XIV el nombre que guiará en nuevo pontificado
La elección de un nombre es un gesto político, teológico y afectivo, que inaugura un nuevo magisterio. La tradición, el simbolismo y las emociones en un momento clave para la historia
En una ceremonia cargada de simbolismo y solemnidad, el mundo volvió a escuchar desde la logia central de la Basílica de San Pedro las palabras en latín que anuncian un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia: “Nuntio vobis gaudium magnum: habemus papam!”. A continuación, el protodiácono reveló el nombre del nuevo obispo de Roma, elegido por el Colegio Cardenalicio durante el Cónclave: León XIV.
Robert Prevost, nacido en Boston, Estados Unidos, es el flamante Papa, número 267 en la línea de sucesión desde Pedro, como indica la tradición, optó por un nombre que sustituye al bautismal y simboliza un segundo nacimiento. Esta práctica, de origen milenario, remite al cambio de nombre que Jesús realizó al apóstol Simón, llamándolo Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
Antes de presentarse ante los fieles, el elegido respondió dos preguntas fundamentales formuladas en latín por el cardenal Dominique Mamberti: "¿Aceptás tu elección canónica como Sumo Pontífice?" y "¿Con qué nombre querés ser llamado?". Solo tras la aceptación, se dio a conocer el nuevo nombre pontificio, que permanecerá grabado desde hoy en la memoria de millones.
Quién es Robert PrevostDescrito como un norteamericano con alma latinoamericana, un perfil que combina rigor teológico, experiencia misionera y liderazgo en la Curia.
Nació en Chicago en 1955, Robert Prevost integró la Orden de San Agustín en 1977 y fue ordenado sacerdote en 1982. Su formación académica abarca desde las Ciencias Matemáticas en la Universidad de Villanova hasta un doctorado en Derecho Canónico en Roma. Su paso por Perú, donde fue misionero, formador y finalmente obispo de Chiclayo, consolidó un vínculo profundo con América latina y le otorgó la ciudadanía peruana. "Su dominio del español y su comprensión de la realidad latinoamericana le han conferido una sensibilidad especial hacia las comunidades de la región", destacan desde el entorno eclesiástico.
Desde 2023, encabeza el Dicasterio para los Obispos, uno de los organismos más influyentes de la Curia Romana, donde asesoró al Papa en la designación de obispos. Su designación como cardenal ese mismo año reforzó su ascendencia en el Colegio Cardenalicio. Su estilo sobrio y su capacidad para tender puentes entre sectores progresistas y conservadores le valieron reconocimiento dentro y fuera del Vaticano. "Su enfoque moderado y su habilidad para generar consensos entre distintas corrientes dentro de la Iglesia han sido destacados por observadores vaticanos", remarcan fuentes cercanas a la Santa Sede.
El nacimiento de una nueva identidadEl momento en que el nombre resuena ante la multitud congregada por el humo blanco en la Plaza de San Pedro es considerado por la Iglesia como el nacimiento de una nueva identidad. Según la tradición gramatical latina, el nombre se proclama en genitivo o acusativo, y en algunos casos va acompañado de un numeral ordinal. Si, por ejemplo, el nuevo Papa hubiese elegido llamarse como su predecesor, sería Francisco II.
Entre los nombres más frecuentes a lo largo de los siglos se encuentran Pío, Gregorio, Juan, Benedicto, Inocencio, León y Clemente. Nunca hasta ahora un Pontífice se ha llamado Pedro, en un gesto de respeto por el primer Vicario de Cristo.
El simbolismo detrás del nombre suele estar vinculado a santos o apóstoles. Pablo VI explicó su elección en 1963 al referirse al apóstol Pablo como "el que amó a Cristo de una manera suprema". Benedicto XVI eligió ese nombre en honor a Benedicto XV y a San Benito de Nursia, figura central del monacato occidental. Francisco, en cambio, fue un nombre inédito hasta que Jorge Mario Bergoglio lo adoptó. "Me llegó al corazón el nombre: Francisco de Asís", explicó el papa argentino en 2013. "Para mí es el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y protege la creación".
En otras ocasiones, los Papas recurrieron a motivos personales. Juan XXIII eligió su nombre por ser el de su padre y por la parroquia donde fue bautizado. El único nombre doble en la historia de la Iglesia fue el de Juan Pablo I, quien unió a sus predecesores como forma de homenaje. "Estoy en su lugar, debo tratar de servir a la Iglesia", dijo el 27 de agosto de 1978. Su sucesor, Juan Pablo II, mantuvo esa fórmula. "Quiero llevar los nombres de Juan y Pablo", expresó en la Capilla Sixtina. Según él, fue "una decisión carismática".
La elección del nombre no solo responde a un homenaje. También constituye un gesto político, teológico y afectivo, que inaugura un nuevo magisterio. Desde ahora, ese nombre encabezará documentos, oraciones y decisiones que influirán en la vida de millones.
La mirada del mundo se posará desde ahora en este nuevo nombre, símbolo de continuidad y renovación. El nuevo Papa se inscribe así en una sucesión ininterrumpida que remonta al primer discípulo llamado por Jesús. Un nombre para un tiempo. Un nombre para una misión.