Cortar, avanzar, vivir
Quien se aferra al pasado esclaviza su mente y su corazón
Un simple principio: permitir que todo fluya y nada nos paralice. Evitar que cualquier adversidad sea un peso capaz de hundirnos, frustrando nuestras esperanzas y nuestro aliento por vivir. Dejar ir todo aquello que nos arrastra con sus vientos oscuros y seguir avanzando. Lamentablemente, cada mañana nos enfrentamos a nuevos retos y a tantos desafíos que, por un momento, llegamos a convencernos a nosotros mismos, de que nos estamos olvidando de ser felices. Quizás no debamos apegarnos a los miedos ni transar con aquellos que quieren cortar nuestras alas. Todo tiene su momento.
Las personas malgastamos demasiada energía en responder a estímulos no importantes. Vivimos en una sociedad tan sobrecargada de información que todo nuestro ser está focalizado hacia el exterior. Y todos, de algún modo, somos esclavos de algo o de alguien. Nos afectan las palabras de ese compañero de trabajo tan negativo, nos influye lo que los demás esperan de nosotros, nos preocupa terminar el día sin aparentes logros.
Las personas pasamos gran parte de nuestro tiempo preocupándonos por acontecimientos que ya han pasado, o peor aún, por cosas que aún no han sucedido. Es una forma más de "cautividad". A esto lo llaman: "la mente errática".
En el momento en que nuestro cerebro se desplaza del presente, dejamos de comprometernos con la felicidad. Hay urgencia de "levantar el ancla" y permitir que nada se estanque. Cuando aprendamos a dejar ir todo lo que no necesitamos, comenzaremos a andar por la vida de otra manera; más livianos y más libres. La felicidad, la mayoría de las veces, no depende de fenómenos externos, sino de nuestra capacidad interna para crear una auténtica calidad de vida.
Seguramente mucho de lo que nos afecta negativamente no podremos cambiarlo, pero sí podemos mejorar el modo en que nos afecta a nosotros mismos. A veces, el hecho de hacer frente a la adversidad también es "saber fluir", porque lejos de quedarnos encallados como una piedra en el fondo del mar, avanzamos como esa hoja aparentemente débil que hace frente a las peligrosas corrientes para salir triunfadora. Disfrutar del "aquí y ahora".
Todos nosotros disponemos de una "mochila" de experiencias que nos determina de un modo u otro. En el corazón, como en el colectivo, antes de entrar hay que dejar salir; quedar libre de cargas, miedos y amarguras con el fin de avanzar con plenitud. Es verdad que la mente humana no dispone de un interruptor mágico con el que podamos enviar a la "papelera de reciclaje" toda experiencia traumática o negativa. Necesitamos aprender, necesitamos dejar ir.
Mirar atrás insistentemente es “apegarnos” a lo que no pudo ni puede ser
El ayer no debe hacernos cautivos. Todo lo que se contiene en el ayer debe tener una clara funcionalidad y finalidad: ayudarnos a avanzar de forma más sabia, prudente y a su vez más libre. Dejar ir, en realidad, forma parte de la rueda de la vida. Asumir que vivir es muchas veces cortar vínculos y dejar vacías nuestras manos de lo que antes nos colmó de alegrías y esperanzas es doloroso. No obstante, mirar atrás insistentemente es "apegarnos" a lo que no pudo ni puede ser. No es fácil asumir que la vida es dejarse llevar, permitirse fluir sin evitar la resistencia.
Quien se aferra al pasado, aunque haya sido hermoso, esclaviza sus pensamientos, su mente y su corazón. Por eso "dejar ir" es un arte. Elegir un camino en búsqueda de nuevas oportunidades, renunciando a otros. Aceptar que toda experiencia mereció la pena porque fue vida y apostar a nuevas construcciones. Seguir un camino más liviano; quitar especialmente la resistencia al cambio mismo. Salir de la zona de confort, no conformarse con lo mínimo, no resistirse a lo diferente. No permitir que el pasado sea un flagelo que nos pese y nos impida avanzar. Muchas veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó, soltar las cosas a las cuales nos aferramos intensamente.
Del diario de un aventurero: "Voy por una selva. Encuentro un río, pero debo seguir mi camino. El río es muy profundo, no lo puedo cruzar caminando, no hay un puente, ni un barco, ni un vado. Entonces, durante días y días, durante semanas, me dedico a construir un bote, un bote que me permita cruzar el río. Y lo hago. Y estoy contento conmigo mismo al otro lado del río porque construí mi bote que me permitió seguir. Y pienso: "quizás haya otro río", "quizás pueda evitarme el trabajo de seguir construyendo otros botes", "debo llevar el bote conmigo". Y entonces, intento avanzar por la selva cargando con él, pero es tan difícil, es tan complicado... Tropiezo con cada rama, me llevo por delante cada liana... Es imposible, pero persisto. No quiero dejar este bote; después de todo, ha sido tan útil para mí. Y sin embargo, esto, que un día me salvó, este bote que un día representó la posibilidad de seguir, hoy es mi mayor impedimento".