El cofre mágico de nuestra memoria
Cada momento contiene el encanto que le impongamos
Una capacidad aceptable de memoria suele perderse, a lo largo de la vida, por alguna enfermedad o con el paso de los años. Lo más común es la pérdida de la memoria operativa que usamos cotidianamente y que nos permite almacenar y manipular de forma temporal la información. Sin embargo, el proceso de deterioro no es irreversible. Algunas técnicas novedosas podrían mejorar esta situación.
Sin embargo, y a pesar de los avances, la memoria sigue siendo un proceso psicológico misterioso y fascinante, que no deja de sorprendernos. Esa capacidad de tener a disposición de la conciencia los objetos, hechos y situaciones, que ya ocurrieron, es un talento maravilloso. La memoria es fundamental para la asimilación de experiencias. Vivimos algo y eso nos deja una huella. Cuando nos encontramos en una situación similar, nuestra memoria se activa para relacionar la experiencia pasada y la actual.
Para que la información sea almacenada y recordada tiene que ser captada correctamente por nuestros sentidos. Y un recuerdo se fija, se conserva, se puede evocar, reconocer y localizar de manera más eficiente si hubo vivacidad de la impresión. Cuanta más impresión cause un dato, hecho o situación, al momento de ser percibido, con mayor fortaleza se fijará en el recuerdo. Más aún, lo que se toca, se saborea o se huele, penetra más profundamente en la conciencia.
El psicólogo William James afirmó: "Si lo recordáramos todo, estaríamos tan enfermos como si no recordáramos nada". Por eso, la memoria a nivel general funciona de manera selectiva. La base de nuestra identidad es la memoria. Pero la identidad no es una versión de todos los acontecimientos en los que hemos participado, como si todos y cada uno de los días que hemos vivido quedasen archivados en alguna parte de nuestro cerebro de manera intacta. Creer esto sería asumir que nuestra memoria es una especie de grabación exacta de lo que hemos percibido. Y esto es imposible: sólo recordamos aquello que de alguna manera fue significativo para nosotros.
Nuestro cerebro tiende a rechazar lo innecesario y a quedarse con lo que de verdad importa. A modo de protección, nuestra memoria tiende a recordar lo bueno y lo positivo para apartar así de nuestra mente los sucesos negativos que nos causan dolor.
La ciencia ha demostrado que, gracias a la memoria selectiva, es posible entrenar a nuestra mente para olvidar los momentos desagradables y sucesos difíciles. A veces, superar el pasado, no es una opción. Es el único modo de afrontar el futuro de modo saludable. Mitigar recuerdos que nos hacen daño es la mayor utilidad que tiene nuestra memoria selectiva.
La memoria es también creación. La memoria es muchísimo más que un repaso intelectual de hechos o situaciones que tuvieron lugar en el ayer. A través de un complejo proceso de decantación, nuestra mente organiza los recuerdos y los olvidos. La palabra "recordar" viene del latín "recordare", formado por "re" (de nuevo) y "cordis" (corazón). Las memorias y los olvidos se expresan a través de la mente, pero están fijados por el corazón. Con una palabra de bellos contornos etimológicos decimos que lo recordamos, esto es, que lo volvemos a pasar por el estuario de nuestro corazón. Dante diría "per il lago del cor". Nuestra memoria, ese exquisito espacio de nuestro ser, también estará llena de sabores, de aromas. Habrá miradas que no se borran, caricias que recordaremos siempre. La memoria está hecha de piel, de sensaciones. Es un cofre mágico en donde reposa lo más valioso de nuestro ser, todo aquello que queda de nosotros. Además no es estática, sino que cambia permanentemente en función del sentido que logremos otorgarle a una historia, propia o ajena.
La memoria es necesaria para recordar el pasado, pero también lo es para imaginar el futuro. De hecho, nuestra habilidad para imaginar el futuro está muy relacionada con la riqueza de lo que ya fue. El pasado no existe en la realidad, solo existe en nuestra mente, en nuestra memoria. Y afectará a nuestras emociones, para bien o para mal, dependiendo de cómo lo evaluemos. No habrá que resignarse, solo tendremos que darle un abrazo y decirle: íme despido de tu recuerdo! ívoy a disfrutar de mi presente!
Decía Pío Baroja: "En buena parte somos la prolongación de nuestro pasado; el resultado de un recuerdo". Pero cada momento contiene la magia que nosotros le impongamos. Somos dueños de nuestro presente y forjadores de nuestro futuro.
"Dicen que un día la memoria y el miedo se pelearon entre sí. La memoria decía: - Fue así.
Y el miedo replicaba: -De ninguna manera. No fue como tú dices.
La memoria repetía: -Yo te digo que fue así, me acuerdo perfectamente.
Pero el miedo insistía: -Yo sé que no pudo haber sido así.
Cuenta la leyenda que los dos se pelearon duramente por ese asunto, se pelearon y se pelearon...
Al final sucedió lo que siempre sucede. El miedo se puso tan firme que la memoria, cansada de argumentar inútilmente se dio por vencida y comenzó a olvidar.
El hombre, desde entonces, dejó de confiar en su recuerdo más fidedigno y prefirió dar por cierta la historia que a su miedo y a su orgullo más les convenía".