Hace pocos días nos tocó formar parte del Consejo Nacional del Empleo, la Productividad y el Salario Mínimo Vital y Móvil en representación del sector mipyme. Ha-blando claro y sencillo, algunos empresarios pymes fuimos espectadores de lujo, ya que participamos como suplentes, lo que significó que no pudimos estar en la mesa en donde se discutía su número y la política que esto encierra.

Este hecho muestra una úni-ca realidad: el lugar marginal que tenemos las pymes hasta el momento en las mesas de discusión y decisión de los grandes temas y desafíos de Argentina, a pesar de que conformamos el 95% de las empresa del país, que junto a nuestros trabajadores y trabajadoras producimos el 70% del PBI nacional.Analizando más profundamente el sentido de la reunión, quiero detenerme en algunos ejes principales. El salario debe ser mínimo: significa que ninguna persona puede ganar por debajo de esa cifra, pero se le agrega la palabra vital para señalar que ese importe debe alcanzar para cubrir las necesidades básicas.

El número que se terminó aceptando casi por unanimidad ni siquiera se acerca al necesario para ser indigente. Si bien es cierto que es móvil -para tener la flexibilidad de adaptabilidad al proceso inflacionario que sufrimos hace décadas- el 35% en siete cuotas hasta febrero del 2022 solo hace que cubra los ajustes del año. En los últimos años el salario mínimo vital y móvil perdió a valor constante más del 35% de su poder adquisitivo.

Los empresarios pymes sabemos perfectamente que es ur-gente la recuperación del poder adquisitivo, no solo para mejorar el crecimiento económico sino también para poder disminuir la pobreza y la desigualdad. Conocemos los problemas y conocemos a los que los padecen. Pero, sobre todo, la experiencia de haber superado momentos difíciles nos enseñó lo que significa persistir, generar ideas innovadoras y proponer soluciones concretas al servicio de nuestro país.

Es falso que el aumento de salarios provoque automáticamente inflación. El ejemplo más cerca-no es que antes de la pandemia, a lo largo del gobierno de Mauricio Macri, tuvimos una inflación galopante con salarios en caída en términos reales. Para combatir la inflación y permitir que el poder adquisitivo se recupere de verdad es necesario desacoplar los productos exportables de los precios internacionales y mantener un férreo control sobre los insumos difundidos para que, a partir de allí, permanezca quieta toda la cadena de producción.

La inflación perjudica tanto a las trabajadoras y a los trabaja-dores como a las pymes. Por un lado aumentan los insumos y por otro baja el consumo. A los trabajadores se les esfuma un gran porcentaje de su sueldo en la compra de elementos básicos, y la única manera de frenar esta oleada inflacionaria es con una fuerte presencia del Estado que defina un rumbo marcado.

La voz de las pymes es diversa a lo largo y ancho del país, y más allá de los problemas que enfrenta cada sector, la amplia mayo-ría cree en Argentina y quiere quedarse para tirar todos hacia adelante. Es necesario poner la palabra pyme en el centro de la política: darles visibilidad para que sean tenidas en cuenta a la hora de formular políticas públicas inteligentes, segmentadas, que atiendan las necesidades de cada sector. Debemos escuchar-las, representarlas y atender sus inquietudes y sus problemas.

Sabiendo que la batalla contra el Covid-19 no terminara rápidamente, el Gobierno tendrá que adecuar la ayuda social a las necesidades propias de la población. Ese es su rol fundamental. Debemos reprogramar el ATP y el IFE con valores que alcancen a cubrir las necesidades básicas y que no sea una ayuda simbólica. Esto servirá para mantener unido nuestro tejido social, que hoy se está resquebrajando con demasiada velocidad.

* Empresario y dirigente pyme. Secretario de la Central de Entidades Empresarias Nacionales (CEEN) y miembro fundador de la Mesa Nacional de Unidad Pyme (MNUP)