Cine con historia

Para terminar con las (viejas) polémicas sobre El Ciudadano

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Uno de los tantos seres mitológicos que anda dando vueltas por el mundo de la cinefilia es ese monumento llamado El Ciudadano, película producida, interpretada, dirigida y escrita por Orson Welles. Como verán, Netflix estrenó una película que vuelve a contar la historia de cómo se creó ese monstruo totalmente a contramano (¿totalmente? Veremos) de Hollywood, y que pone en duda por enésima vez la autoría de don Orson en el asunto. Aqui les vamos a recomendar esa película (que no nos gusta), El Ciudadano, que sí, y un par más que valen la pena y, sin demasiado esfuerzo, andan por la web, más un texto capital para entender el asunto.

En 1971, la crítica estadounidense Pauline Kael había escrito Raising Kane, una gran pieza de investigación periodística (y crítica) que trataba de demostrar que el guión de El Ciudadano fue escrito exclusivamente por Herman Mankiewicz. Herman era uno de los guionistas mejor pagados y más exitosos de Hollywood, un intelectual cínico, alcohólico y divertido que decidió no escribir la "gran novela americana" (esa ballena blanca perseguida por los escritores estadounidenses sin éxito) y dedicarse a vivir lo mejor posible entre apuestas groseras y alcohol a mansalva. Hizo grandes guiones (Sopa de ganso, obra maestra de los Hermanos Marx) y cayó en desgracia por sus adicciones. Y consiguió un trabajo: el primer largo de Orson Welles. Probablemente sí fuera su idea que se tratara de una biografía no autorizada del temible magnate de la prensa William Randolph Hearst, en la película Charles Foster Kane.

También es cierto que Mank frecuentó a Hearst y a su amante Marion Davies (una buena comediante del cine mudo opacada por el propio magnate) a través del guionista Charles Lederer, sobrino de Davies. Todo eso está en "Mank" y lo usa Kael para decir que la autoría de El Ciudadano es de Mankiewicz. Pero si leen la novela El Gran Dinero, de John Dos Passos, van a encontrar tres páginas con una semblanza de Hearst que es, básicamente, El Ciudadano. Mank podía conocer diálogos de primera mano, pero la mitología del personaje era dominio público.

El Ciudadano tuvo muchos problemas (vean dos filmes: RKO 281, que narra la realización, producida por Ridley Scott, y el documental The Battle over Citizen Kane, de Michael Epstein) pero se filmó en tiempo y forma, y dentro de presupuesto. Los problemas vinieron cuando, a traves de la chimentera Louella Parsons (persona temible), Hearst se enteró de qué iba la película. Hizo lo imposible por destrozarla. Pero no fue un fracaso, como dice el mito: donde se estrenó, llenó salas. Tampoco era una película difícil: la mayoría de las comedias de entonces eran sobre el periodismo, y a Hearst lo conocían de memoria. La gente incluso entendió lo satírico de la película, que tiene muchísima comedia.

Pues bien: ¿cuál es el problema con El Ciudadano? En principio, que Welles hizo lo que quiso logró una gran película al mismo tiempo "intelectual" y popular. Segundo, a Welles se lo odia en Hollywood, incluso hoy. Por eso el único Oscar que le dieron fue el compartido con Mank, una manera de decir "pobre Mank, tuvo que trabajar con este tarado". Hollywood no quiere "autores" porque sospecha que un director que hace lo que quiere, pierde plata. Algo de razón tienen: cuando los grandes autores de los setenta tuvieron carta blanca (Coppola con Golpe al Corazón, Scorsese con New York, New York, Cimino con Las puertas del cielo), generaron bancarrotas. El sistema funcionaba si podía dominarse el "impulso artístico". Los grandes artistas clásicos, de paso, sabían cómo expresarse ellos mismos a pesar de las restricciones. 

¿Y cómo lo hacían? Pues con la puesta en escena. El guión era una parte importante. Pero si bien el libreto de El Ciudadano (publicado en la Argentina, con el artículo de Kael, en El Libro de El Ciudadano por Ediciones de la Flor y traducciones de Homero Alsina Thevenet en 1974) dice todo lo que vemos, no dice cómo. No dice dónde va un plano secuencia, un corte de montaje o un contrapicado. No dice cómo debe ser la intensidad de la luz, ni que la cámara debe atravesar un techo, ni que una enfermera debe verse a través de un vidrio roto. Todo eso, el estilo visual, es el que transmite la idea de un hombre tan artificialmente grande que jamás pudo obtener el amor real de los demás. O que, cuando lo obtuvo, no supo reconocerlo. Está en el cómo más que en el qué.

¿Quieren ver todo esto? Raising Kane puede leerse en el sitio de The New Yorker (www.newyorker.com) o buscar su traducción en PDF (está, solo busquen). Citizen Kane, El Ciudadano, puede verse en gran copia en Qubit.TV (que además tiene casi toda la filmografía del realizador). Mank, como vieron, está en Netflix (no nos gustó, pero igual pueden verla ¿no ven que no hay que creerle del todo a los críticos?) y también allí pueden ver Me amarán cuando esté muerto, un documental sobre y con y por el gran Orson. Y las otras películas, andan por ahí pero no de modo muy legal. Es una gran historia sobre una gran película, una novela más allá del cine.

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