Películas catástrofes: para reír después de pasar este 2020
Bueno, se va 2020. Un año para el olvido absoluto o, mejor, para el recuerdo absoluto. Todo lo que podía salir mal, salió mal, o casi todo. Es difícil encontrar demasiados motivos para celebrar el viejo mito decimal salvo por algo absolutamente cierto: 2020 se va. Veremos qué pasa en 2021, con perspectiva de vacuna (que, a esta altura, se necesita tanto literal como figurada contra la enormísima tristeza que dejaron estos doce meses). Justamente por eso, y porque una de las grandes noticias de la semana es que este año de excremento (nos negamos a poner el término más coloquial asociado) se termina, vamos a por películas catástrofe.
El género (en realidad sub-sub género del filme de aventuras) tuvo su auge en los años setenta, casi todas producidas por un hombre que venía de la televisión, Irving Allen. Históricamente, sirvieron de grandes experimentos para los primeros sistemas de sonido envolvente, especialmente el Sensurround, que fue parte sustancial del éxito de la película que lanzó la tendencia, Terremoto (1974). El Sensurround era un sistema de sonido que, a través de subwoofers ondas de muy baja frecuencia que casi no se oían pero causaban una cierta vibración en el cuerpo. Requería, eso sí, salas enormes: cuando los cines se dividieron en salas más chicas dando paso al complejo, fue reemplazado por sistemas más eficientes y pequeños, como el actual Dolby Atmos. La cosa es que uno "estaba" en el desastre sin correr riesgos. Hay cierto placer en ver el mundo arder -sobre todo en aquellos años de desencanto para los EE.UU.- que sincronizaba perfecto con el género.
Dijimos que la primera fue Terremoto. La fórmula estaba ahí: muchos actores con un héroe de peso (Charlton Heston), la imposibilidad de evitar el desastre porque era "natural", las imágenes de destrucción creciente, el rescate de "último minuto" y, capital, una serie de "historias de vida" que se cruzan y descruzan alteradas por lo imprevisible. Ese es el contenido moral del género y su justificación: ante un momento extraordinario que nos lleva puestos, la moral y la ética se ponen en juego. Hace pocos años, sobre el mismo tema (un terremoto en la Falla de San Andrés que afecta todo California, específicamente Los Ángeles -algo, de paso, que puede suceder en cualquier momento) se hizo La falla de San Andrés, que es la versión de este siglo, con menos drama, más aventura y mucho más humor, protagonizada por Dwayne Johnson. Las dos son buenas y la comparación permite ver cómo ha cambiado nuestro mundo.
De las clásicas, hay que ver sí o sí Infierno en la torre. Porque el elenco es impresionante (Paul Newman, Steve McQueen, Faye Dunaway, Fred Astaire, William Holden y gran etcétera), porque toma la cuestión de la corrupción (el edificio se quema básicamente porque alguien, para ahorrarse unos mangos, puso un cableado de poca calidad) y porque gran parte de ese filme, lleno de drama y aventuras, es el molde de la "otra" gran película sobre un edificio del que no se puede salir por ningún lado, nuestra favorita Duro de matar. Fue un filme carísimo (de hecho, lo coprodujeron la Warner y la Fox) y supuso el apogeo del género. De la misma época es La aventura del Poseidón, un lujoso barco al que una ola pone boca abajo y al que un grupo de personajes (que incluye niños, gente madura y un cura en crisis de fe interpretado por Gene Hackman, adivinen cómo termina) tiene que recorrer sin mapa y casi sin chances. Menos "catástrofe", que aventura, pero tiene algo: el cambio de sentido de un símbolo de placer.
Sin embargo, las dos mejores películas del género se lograron en los 90 y hace unos años: Titanic y 2012. La primera es mucho más que un filme catástrofe: es una reflexión sobre el arte de contar en el cine y sobre la relación entre el hombre y la tecnología (temas ambos caros a su director, James Cameron), y es una película básicamente analógica: más allá del hundimiento casi en tiempo real, se construyó realmente un "Titanic" solo un 10% más chico que el original para filmarla. Y Kate Winslet y Leonardo Di Caprio realmente se empaparon y la pasaron mal mientras la hacían. El filme es una obra maestra, pero requiere más de una página para explicar por qué.
La segunda es un filme de aventuras basado en que un desplazamiento del núcleo terrestre va a generar una inundación que se llevará puesta a Occidente. Pero con esa excusa se cuentan otras cosas: los límites de la(s) política(s), los límites del dinero, el sentido de la familia, el puro afán de supervivencia y mucho más. Hay un gran momento que quizás hoy -solo ocho años después- no se pueda filmar. El científico "progre" que interpreta Chiwetel Ejiofor se queja ante un secretario de Estado porque las naves que salvarán (cierta) gente se llenan de mafiosos mientras los obreros que las arman van a morir. El secretario dice "¿cómo íbamos a hacer esto sin la iniciativa privada? Si tanto le molesta, done su ticket a uno de esos obreros?" Es obvio que no lo hace. El cine catástrofe es, también sobre lo catastróficos que somos nosotros mismos. Feliz Año Nuevo.