Actuar combatiendo el desánimo
El cansancio emocional incapacita más que el agotamiento físico
Llevamos mucho tiempo conviviendo con unos altísimos niveles estrés como consecuencia de un sinfín de conflictos y problemas, que generan múltiples perjuicios en las personas que los padecen. Vivimos una época caracterizada por una mezcla de agotamiento y apatía. Sentimos poca energía, desánimo y desmotivación. Uno no siente ganas de hacer nada, los ánimos se van por las alcantarillas y tanto el cuerpo como la mente parecen carecer de armonía. Todo pesa, todo agota y cualquier tarea se vuelve una montaña. Si bien es frecuente que esta experiencia sea algo puntual e incluso transitorio, el problema llega cuando esa "costra" de malestar no desaparece.
A menudo, el cansancio emocional es más incapacitante que el agotamiento físico. ¿Quién no expresó alguna vez sus "ganas de hacer nada"? Es algo que escuchamos con frecuencia y hasta nosotros mismos lo vivimos en piel propia más de una vez. Por eso resulta necesario combatir el desánimo que se instala en las vidas de las personas conflictuadas, porque cualquier intento de salir de esa situación se transforma en una odisea. Algunos de los problemas que se intentan paliar son la inseguridad personal, la insatisfacción de algunas necesidades básicas y cierta frustración referida a las expectativas de vida.
No tener ganas evidencia un estado psicofísico que va más allá del agotamiento corporal: aparece un desgaste emocional o mental. En la mayoría de los casos se trata de situaciones puntuales que termina siendo resueltas con el correr los días, tras un descanso o de solventar aquello el foco de la preocupación. Sin embargo, es posible que esa sensación se vuelva crónica con el tiempo. El trabajo, las tareas del hogar, la familia y las metas que deseamos alcanzar en la vida requieren movimiento y acción, aunque a veces fallen las fuerzas y los ánimos.
Ningún pesimista descubrió el secreto de las estrellas. La carencia de apoyos y afecto, así como también posibles problemas para la integración y adaptación abren una puerta a la necesidad de entrenar la mente para asegurar un adecuado equilibrio emocional.
Nos cuesta encontrar la positividad, recuperar la ilusión y promover nuestro bienestar. Hay etapas con sabor a apatía, donde todo nos parece un poco más gris. No sabemos bien por qué, pero cualquier cosa nos cuesta mucho más y lo que más necesitamos es subir el ánimo rápidamente. Si lidiamos ahora mismo con esta sensación, lo más adecuado es darnos un pequeño tiempo de descanso para desconectar y tener una profunda conversación interna.
Es importante saber que es imposible sentirnos motivados y felices todos los días. Nuestros estados emocionales fluctúan y nada es tan común esos días en que escasean las ganas y el entusiasmo. Tomar conciencia de lo que sentimos y aplicar estrategias adecuadas para recuperar el bienestar favorecerán ese cambio que necesitamos.
Helen Keller, una mujer que se quedó ciega a los 19 meses de su nacimiento dijo: "Mantén tu rostro hacia la luz del sol y no podrás ver las sombras". El estado de ánimo es esa experiencia emocional de valencia positiva, negativa o neutra que nos acompaña durante unos días. Ahora bien, lo complicado es que la forma en que nos sentimos afecta nuestros pensamientos y nuestra conducta. Esto explica por qué se alteran todos los ámbitos de nuestra vida cuando nos atrapa el mal humor o la tristeza sin explicación. Además, rendimos menos en el trabajo y apenas nos apetece socializar.
A menudo descuidamos nuestras emociones, nos focalizamos en las obligaciones y optamos por desplazar lo que nos duele. Cuando algunos estados como el estrés y la ansiedad son mal regulados pueden cronificarse, por lo que es aconsejable actuar lo antes posible.
"Un rey colocó una gran roca en medio del camino principal de entrada al reino, obstaculizando el paso y luego se escondió para ver si alguien intentaba retirarla. Los comerciantes más adinerados y algunos cortesanos que pasaron simplemente decidieron pasar por el costado de la roca. Si bien muchos de ellos se quedaron un rato delante de la piedra quejándose y hasta culpando al rey por no mantener los caminos despejados, ninguno hizo algo para retirar el obstáculo.
Entonces llegó un campesino que llevaba una carga de verduras. La dejó en el suelo y comenzó a estudiar la roca. Intentó moverla, primero empujándola y luego haciendo palanca con una rama de madera que encontró a un lado del camino. Después de mucho empujar y fatigarse, finalmente logró apartarla. Mientras recogía su carga encontró una bolsa, justo en el lugar donde había estado la piedra. La bolsa contenía una buena cantidad de monedas de oro y una nota del rey indicando que esa era la recompensa para quien despejase el camino. Así, el campesino aprendió lo que los otros nunca siquiera intentaron comprender: cada obstáculo superado es una oportunidad para mejorar las propias condiciones".