La percepción de la velocidad y del tiempo se asocian en nuestra mente
Cómo se forma nuestro sentido de la orientación y qué zonas intervienen
"Si el espacio es infinito, estamos en cualquier punto del espacio. Si el tiempo es infinito, estamos en cualquier punto del tiempo"
Jorge Luis Borges
El tiempo y el espacio se mezclan en nuestro cerebro y en nuestro cuerpo, conjugando la percepción y la respuesta consecuente ante ambas variables. Se conocen muchos de los mecanismos biológicos que trabajan en la velocidad de reacción del cerebro, que hacen que tanto los animales como los humanos podamos tener una rápida capacidad de reacción, algo esencial para la supervivencia.
Asimismo, el encéfalo puede evaluar el paso del tiempo de forma tanto inconsciente (por ejemplo, los ritmos circadianos o el horario del sueño) como consciente. Existe así un "test del tiempo" que le permite a la persona deducir (sin mirar un reloj) cuando pasó un minuto. Demás está decir que los ansiosos se anticipan (de ahí el término "ansiedad anticipatoria").
Pero existe otro mecanismo similar que permite evaluar el espacio. Zonas cerebrales del lóbulo parietal permiten escudriñar el ámbito que nos rodea y así poder dirigirse apropiadamente a un objeto, no chocar con el marco de una puerta o sentarnos en el medio de una silla sin caernos.
El cerebro GPSDos científicos noruegos y uno estadounidense describieron la capacidad GPS del cerebro y por este descubrimiento recibieron el Premio Nobel en 2014. Estos investigadores observaron neuronas que nos ubican en el espacio, las cuales trabajan en red constituyendo un real sistema de posicionamiento global biológico. Estas neuronas de orientación espacial se encuentran especialmente ubicadas en el hipocampo, generando una malla reticular del espacio que permite orientarnos. Esto se repite en animales con cerebro mucho más básico, como las aves o las abejas, lo que les permite migrar o volver al panal.
Un ejemplo paradigmático en el humano es la enfermedad de Alzheimer, en la cual muchas veces la persona debuta con esta patología al no poder volver a su casa. Actualmente se sabe que las neuronas del espacio y la memoria están en la misma zona del cerebro (hipocampo, lugar en donde comienza esta enfermedad). Siendo que la memoria es una función del tiempo, se observa la primera encrucijada entre el tiempo y el espacio, que se alteran con esta patología. Es decir, una vez que actúa esta parte del cerebro debe permitir retornar y memorizar la forma en cómo arribar a un lugar (aunque muchas veces este proceso se hace en forma inconsciente, especialmente en aquellos casos en los que es habitual).
Agujeros negrosEl estudio del cerebro y del universo comparte varias premisas, especialmente su gran complejidad. En el entendimiento del espacio y del tiempo, hoy como nunca, se está avanzado en la investigación de la relación entre el espacio y el tiempo, revolucionando estas ideas y generándose situaciones sin respuestas, como los agujeros negros, donde el espacio y el tiempo se confunden. Aunque con diferencias, en el cerebro también se encuentran imbricadas estas instancias de conciencia sobre el espacio y el tiempo.
Otro ejemplo en donde los conceptos del tiempo se mezclan con el espacio es cuando el sistema nervioso evita una colisión. Aquí se combina el reconocimiento del espacio, con la capacidad de detección y el reconocimiento temporal. Se han generado estudios claves con este tema, en los que se observa cómo el sistema nervioso reconoce mínimas situaciones de segundos. Ya se sabía que las aves o las abejas permiten reconocer el tiempo en forma muy veloz y así evitar golpes.
Existe un estudio realizado por el grupo del biólogo Frederike Hanke, integrante de la Universidad de Rostock, que describió a través de una prueba en la que se les enseñó a las focas a reconocer la diferencia temporal de dos estímulos, que estos animales pueden reaccionar ante situaciones en milésimas de segundos. Las focas logran diferenciar 3 segundos de 3,43 segundos; es decir, reconocen 420 milisegundos de diferencia, lo cual es una diferencia muy pequeña. Este es un potencial neurológico de mucha precisión, el cual podría haber sido desarrollado evolutivamente para la caza o para interpretar su idioma. Es decir, se conocen sistemas de alta definición temporal y espacial en animales aún con un cerebro menos desarrollado que el del homo sapiens.
En el hombre se le agregan algunas cuestiones sociales. Es muy interesante un estudio realizado por Daria Knoch, de la Universidad de Berna, en el cual se observa que en los ejercicios cognitivos que se realiza con amigos el cerebro mejora la velocidad cerebral; es decir, la empatía. Y probablemente el conocimiento del espacio y del otro mejore la performance cognitiva.
Así, en el encéfalo se conllevan sistemas que generan una interface espacio-temporal en forma inconsciente, sin la cual no sobreviviríamos. Sin embargo, solo los humanos podemos estudiar la complejidad de estos sistemas, tomando conciencia de los procesos complejos astrofísicos o de los procesos de autoconciencia del tiempo y del espacio.
El tiempo y espacio, entonces, se relacionan en nuestro cerebro con una imbricación que atraviesa nuestra cognición y la toma de decisiones inmediata, a mediano y largo plazo.