Proclamar la unidad, un reiterado recurso discursivo
Natalia Paratore, la redimida locutora oficial, repitió la muletilla en varias ocasiones. “El Presidente de la unidad de los argentinos”, insistió una y otra vez, apenas corrida del protocolo. Alberto Fernández, el aludido, le dio continuidad discursiva al título. “Tenemos que superar el muro del rencor, del odio. Vengo a invitarlos a construir una sociedad unida, que no necesita uniformidades”, señaló en primer mandatario ante la Asamblea Legislativa.
“Argentina unida”, rezaba el el decorado de la Casa Rosada durante el acto de jura de los ministros del nuevo Gabinete. Repetido hasta el cansancio, el eslogan no hizo más que recordar lo sucedido cuatro años atrás, cuando Mauricio Macri proclamó el objetivo de “unir a los argentinos” como uno de los tres pilares de su gestión.
Hace apenas tres días, en un hecho inédito, los mandatarios saliente y entrante compartieron una misa en frente a la basílica de Luján. La foto no pareció muy fraterna. Sin embargo, el solo hecho de que la transición haya empezado y terminado en paz en un contexto de fragilidad económica vale más que miles alusiones a la convivencia.
El país está acostumbrado a discursos que proclaman la unidad. Se trata de ejercerla día a día. Por ahora, más allá de los innegables avances institucionales, no pasamos de las proclamas.