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Clint Eastwood y doble aniversario para disfrutarlo en Max

Clint Eastwood cumplió 95 años y, créase o no, Los puentes de Madison, 30. Hay mucho para ver en plataformas y aquí revisamos lo que aparece en Max (obvio, Los puentes…) y por qué el hombre es de los pocos realizadores indiscutibles de hoy.

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En la semana que pasó hubo dos cumpleaños sumamente relacionados. Primero, el señor Clint Eastwood llegó a los 95 años y prepara un nuevo filme. El segundo, Los puentes de Madison, una de sus películas más exitosas (comercialmente, de hecho, la que más dinero recaudó), cumplió treinta años. Es cierto que en estas páginas solemos recomendar muchas veces películas del último clásico/moderno (es ambas cosas), y que quizás no resulte novedad para nada. Pero es hora de decir, también, por qué es único en el paisaje cinematográfico contemporáneo tomando como ejemplo el puñado de películas dirigidas por el hombre que hay en Max (que obviamente incluye Los puentes...).

Eastowood conoció a los grandes realizadores de Hollywood. Conoció a Hitchcock (con quien casi filma The short night, un guión en el que podrían haberlo acompañado Robert Redford y Catherine Deneuve), a Howard Hawks, a John Ford. Sin una carrera más que en TV (la serie Cuero Crudo) y con pocos papeles importantes en cine, se fue a Italia, Sergio Leone lo puso de protagonista de sus obras maestras Por un puñado de dólares, Por unos dólares más y El buen, el malo y el feo, y volvió a los EE.UU. como estrella. Casi al mismo tiempo empezó a dirigir, porque su primera realización es de 1970: Obsesión mortal (¿dijimos "Hitchcock"?) donde un DJ de radio es acosado por una mujer un poquito turbada. No sólo aparece su amor por el jazz (el título original es Play "Misty" for me) sino la idea base de todos sus personajes e historias: hacer lo correcto más allá de lo que se rompa en el medio. Sigue siendo una gran opera prima.

Dijimos "lo correcto" y, aunque muchas veces se lo tildó de machista por lo que han sufrido muchas de sus protagonistas femeninas (lo que incluye violaciones, ver La venganza del muerto, por estos tiempos en Netflix), es un director en todo sentido igualitario (pocos realizadores crearon un rol para un transexual tan inteligente y atractivo como el de Lady Chablis en Medianoche en el jardín del bien y del mal). Su primer Oscar, Los Imperdonables, destroza el lugar común violento del western narrando la historia de venganza y reparación alrededor del maltrato femenino. Su pistolero retirado que vuelve al ruedo por "un puñado de dólares" es movido por el dinero pero, en última instancia, por la justicia. Es una película simple de seguir y compleja de ideas.

Poco después (después de la bellísima Un mundo perfecto), tienen Los puentes de Madison. Probablemente el mejor retrato femenino que Hollywood hiciera en los últimos cuarenta años y -aquí seremos arbitrarios- el mejor trabajo de esa mina de oro actoral que es Meryl Streep. La novela es cursi y muy mala; Steven Spielberg, el productor, tenía los derechos pero no quería rodarla, y se la ofreció a don Clint. Y Clint contó una historia de amor entre dos adultos, el momento en el que una mujer se descubre a sí misma como tal (la metamorfosis de Streep a lo largo de la película es un prodigio de sutilezas y depende tanto de la actriz como del director a la hora de registrarla), y además le da a una mujer la decisión de hacer lo correcto. Que el final sea demoledor emocionalmente no quita que sea además uno de los mejores retratos de un momento de felicidad que haya producido el cine.

Volviendo a si Eastwood -un hombre que se reconoce "de derecha", aunque hoy esa denominación, pésimamente empleada y abusada por años, carece de todo sentido- es "facho", algo que también se dijo de él por ignorancia, veamos Gran Torino, donde un veterano de la guerra de Corea termina defendiendo y cuidando a una familia coreana. Aquí aparece la gran idea eastwoodiana en todo su esplendor: el bien y el mal, las categorías morales, no tienen nada que ver con etnias, orígenes, clases sociales, sexos o géneros. Lo más conservador, lo más "de derecha" que se puede decir de Eastwood es que existen el bien y el mal, que eso no se discute y que lo que hacen los héroes es lo que debe hacerse sin importar el contexto. Todo lo que Eastwood hace en Gran Torino (además es una de sus mejores actuaciones) es ilustrar este punto de principio a fin.

 

Lo mismo con su trilogía quizás involuntaria sobre casos reales y héroes cuestionados: Francotirador, Sully-Milagro en el Hudson y El caso de Richard Jewell. En las tres, tenemos personas que han tomado por absoluta necesidad y en pos del mayor bien decisiones que, en teoría, pueden ser cuestionables. No necesariamente tienen razón (el caso más complejo es el del personaje de Bradley Cooper en Francotirador), pero seguro no la tienen quienes los cuestionan. Los procesos a los que somenten al Sully de Tom Hanks y al Richard Jewell de Paul Hauser son ejemplares: reacciones de burócratas y falsarios para arañar un poco de luz bajo el reflector o para aparentar una corrección de la que carecen. En esta etapa, Eastwood se ríe del cuestionamiento a sus héroes de ficción mostrando cómo funcionan las cosas con los héroes de verdad. Por cierto -otra vez el caso de Francotirador-, si bien toma una posición respecto de lo que narra, no necesariamente obliga al espectador a compartirla: sólo a que se interese y se emocione con el viaje. Sí, Clint Eastwood por suerte sigue filmando: está hecho de una madera que ya no existe, la del artista que se baja del pedestal para seguir cepillando la madera del cine.

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