Festival de Cannes: el dirigismo en la economía y en la vestimenta

Reacciones ante los aranceles propuestos por Trump

Fjuanlima

En la alfombra roja del Festival de Cannes rigen nuevas reglas. A pesar de que no se ha conocido una "declaración oficial", se sabe que este año se han establecido nuevas normas relacionadas con la vestimenta para transitar la alfombra roja.

Por defecto y por exceso, la interdicción intenta combatir no solo la desnudez extrema (demasiada exposición de la anatomía) sino también los aparatosos vestidos que parecen más fruto del trabajo de un arquitecto que de un diseñador. En la conferencia de prensa del jurado de la Competencia Oficial, Halle Berry señaló que estaba desilusionada porque no podría usar un diseño de Gupta (conocido por sus vestidos-origami), aunque aclaró que le parecía bien evitar la desnudez.

Sin dudas hacía referencia a la explotación relacionada con los cuerpos, especialmente los femeninos, quizás en sintonía con la movida que aquí mismo, hace bien poco, terminó con la tiranía de la obligación de que las mujeres utilicen tacos altos.

Pero este grado de intervención en las decisiones de los demás no se restringe solo a la vestimenta. El otro tema (el más importante) que ocupa el centro de todas las discusiones es el de los gravámenes. Luego de años difíciles (al paso de la pandemia se sumaron las huelgas en Hollywood) se esperaba que el 2025 determinara un "renacimiento". No obstante, las amenazas y las políticas impulsadas por Donald Trump de gravar con una tasa del 100% a todas las producciones no estadounidenses ha impactado fuerte en el mercado.

Muchos piensan que se trata de una (otra) bravuconada para negociar desde una pretendida situación de poder, pero, como suele suceder en la economía, toda situación de temor o de riesgo restringe las posibilidades de negocio (The Hollywood Reporter afirmó que compradores y vendedores están hartos de hablar sobre las tarifas de Trump).

Desde el primer día del festival, la Comisión Europea (en la voz de su vicepresidenta Emma Rafowicz) llamó a plantarse contra el "nacionalismo cultural americano", recordando la inveterada doctrina europea de la excepción cultural al momento de apoyar el cine y otras industrias culturales. Por lo demás, no deja de advertirse el hecho de que el presidente estadounidense (como sucede en otras latitudes) parece más interesado en enardecer a sus seguidores que en prestar atención tanto a la realidad como a la verdad. De hecho, por la dinámica de producción, y (hay que decirlo) también por las ayudas y las exenciones impositivas, muchos de los tanques que ocupan la mayoría de las pantallas globales no son, estricta y legalmente, "made in USA". Ejemplo de ello es la última entrega de la saga de Misión: Imposible, que en los papeles es británica y no estadounidense.

Por lo demás, se da la paradoja de que esta postura arrogante y autoritaria de Estados Unidos termina por desarmar los remilgos que podían existir (por distintas razones) frente a la relación con China y con Rusia. La pretendida superioridad moral de los supuestos adalides de la libertad y la democracia se ha demostrado como una clara mentira. Y si ya todos se hacían los distraídos frente al dirigismo y a la censura imperante en China, no son pocos los que comienzan a olvidarse del boicot contra Rusia por la invasión a Ucrania.

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Los números de la ganadora (aquí y en los Oscar) Anora, de Sean Baker, cimentan esa postura: más del 5% de los ingresos de taquilla de la película corresponde al mercado ruso. Si bien se trata de un caso excepcional, por temática y por alguno de sus actores, lo cierto es que Rusia y China (cada vez más) se ven como los mercados más potentes al momento de la distribución de los tanques globales.

Veremos en qué termina esta guerra de tarifas que se parece bastante más a un cotilleo de la farándula que a una discusión profunda sobre la economía global. Después de todo, la situación no parece tan lejana a la que plantea el debate sobre las regulaciones relativas a la vestimenta para utilizar en la alfombra roja. Mientras algunos, mayores y poco deconstruidos, afirman que "aunque la mona se vista de seda...", otros señalan (no sin verdad) que siempre se trata de una cuestión de poder. Los límites y las imposiciones son buenos si el que los dispone es uno. Pero eso mismo que se defiende cuando el sujeto activo es uno se ataca con virulencia si quien intenta hacer lo propio es el otro. En fin, nada que aquellos que no somos ciudadanos de una potencia mundial o parte de una minoría no sepamos.

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