Encerrados por el progreso: el caso de los barrios que quedaron atrapados entre centros de datos

Dos comunidades de clase media de Virginia, en EEUU, quedaron rodeadas por centros de datos que expulsan ruido, consumen agua y cortan calles. La trampa de la inteligencia artificial

BAE Negocios

En el condado más rico de Estados Unidos, dos barrios residenciales que nacieron rodeados de campo y promesas de una comunidad en expansión quedaron arrinconados por la infraestructura que sostiene el tráfico global de internet. Atrás quedó el verde de los fresnos, los abedules, los robles blancos y los tulíperos —ese árbol de copa alta y flores como copas invertidas que marcaba las estaciones en Virginia—. Hoy, Briarfield Estates y Hiddenwood están rodeados en sus cuatro costados por centros de datos, algunos en funcionamiento, otros aún en obra. Las salidas hacia las rutas se redujeron a pocas calles, bloqueadas en parte por camiones y vallados. Los vecinos denuncian que, para volver a sus casas, deben desviarse varias cuadras y atravesar zonas industriales. Y lo que antes era silencio y tranquilidad, ahora es un zumbido constante: un sonido eléctrico, como un artefacto del hogar que no se desconecta jamás.

Ese ruido tiene nombre: son los generadores diésel y los sistemas de refrigeración que sostienen la nube. No se trata de un murmullo: es agudo, repetitivo, persistente, y según testimonios, se cuela en las paredes. A eso se suma el retumbar de las excavadoras durante el día y el resplandor de luces industriales por la noche.

“Esta es la quinta solicitud de rezonificación que estamos oponiendo y (que cayó) en oídos sordos”, declaró Bala Thumma, vecino de Briarfield. “Nuestra vida no puede ser una batalla contra cada proyecto que nos quieren imponer”, afirmó a Bloomberg.

Barrios encajonados por la infraestructura del futuro

 

 Los vecinos tienen que dar rodeos para llegar a sus casas
 Los vecinos tienen que dar rodeos para llegar a sus casas

El auge de la inteligencia artificial disparó las inversiones en centros de datos a nivel global. En Virginia, las condiciones fueron ideales: tierra barata, exenciones impositivas y proximidad a Washington, con alta conectividad de fibra óptica. Así nació Data Center Alley, un corredor de casi 200 instalaciones que hoy aloja más de dos tercios del tráfico digital del planeta.

En ese proceso, los proyectos avanzaron sin límites claros. El condado de Loudoun permitía hasta hace poco que las empresas construyeran “por derecho” si cumplían con ciertos requisitos básicos. Eso dejó fuera del debate público a comunidades enteras, que descubrieron el avance de las obras recién cuando los terrenos ya estaban vendidos o alambrados. Entre 2014 y 2023, Virginia otorgó USD 1.700 millones en exenciones fiscales a la industria.

El resultado fue un crecimiento exponencial con costos desiguales. Según un informe de la Junta Legislativa de Virginia, un tercio de los centros de datos se encuentra a menos de un kilómetro de zonas residenciales. Los beneficios económicos —USD 9.100 millones en PBI y 74.000 empleos anuales, la mayoría en construcción— contrastan con la saturación territorial, el aumento del consumo eléctrico y el uso intensivo de agua, en una región que ya enfrenta estrés hídrico.

Desamparo legal y conflicto entre vecinos

Los habitantes de Hiddenwood intentaron salir del encierro. Propusieron rezonificar su barrio como zona industrial para vender colectivamente sus terrenos y marcharse. Pero Briarfield se opuso: la rezonificación permitiría más centros de datos aún más cerca de sus propios patios.

Así, el conflicto comunitario estalló en audiencias públicas prolongadas y cargadas de tensión. En una de ellas, Patricia Cave, vecina de Hiddenwood, imploró: “Esta aplicación es nuestra última esperanza. Ya no podemos ser una barrera humana”.

El 15 de julio pasado, luego de más de un año de trámites y revisiones, el condado rechazó la solicitud de rezonificación por cinco votos a cuatro. “No puedo apoyar convertir una zona residencial rural en industrial”, argumentó la supervisora Laura TeKrony. Pero su colega Juli Briskman fue más lejos: “Esto se veía venir a un millón de kilómetros”, dijo.

Una advertencia para el resto del país

Los activistas ambientales señalan que lo ocurrido en Loudoun debe leerse como un caso testigo. “Estamos regalando energía, regalando agua, y no parece que estemos recibiendo mucho a cambio”, afirmó Tim Cywinski, del Sierra Club de Virginia. Desde esa organización advirtieron que la expansión de centros de datos ya afecta a iglesias, parques y espacios deportivos.

Mientras tanto, en otras regiones de EEUU se repite el patrón. En Texas, un proyecto de unas 39 hectáreas de extensión avanza pese a la oposición vecinal. En Virginia, otra comunidad logró frenar una planta de 890 hectáreas con apoyo legal y académico. En Loudoun, en cambio, las obras ya avanzaron demasiado: los vecinos siguen viviendo ahí, pero el barrio que conocieron ya no existe.

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