La sopa de piedra

La salud de nuestras comunidades

Es imperioso que construyamos un clima social positivo

Aldo Godino

La sociedad en la que vivimos no siempre nos hace felices. No hablamos solo de la pobreza de mucha gente sino también de aquellos que, siendo la viva imagen del éxito, se derrumban con demasiada frecuencia ante nuestros ojos. Atravesamos con locura el vértigo de los cambios. Es la sociedad del progreso y del cansancio, del "todo lo puedo" y del "nada me plenifica".

Las condiciones de las comunidades y de los grupos sociales terminarán afectando la salud de cada uno de sus integrantes, entendiéndola como "el completo estado de bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de enfermedad", tal como define la Organización Mundial de la Salud. Una comunidad sana tendrá personas sanas.

Lamentablemente nuestra sociedad se está enfermando. Se hace perceptible en la forma en que vivimos lo cotidiano y lo extraordinario, encadenados a formas que nos hacen infelices y casi estúpidos. Por eso resulta necesario y urgente detenerse a repensar la vida misma. En una sociedad donde todo el mundo parece no tener tiempo, y donde lo inmediato pasa a tener rango gerencial, parece casi ridículo dedicar tiempo a pensar. Sin embargo, vamos a morir ridículamente por no prestar atención a lo esencial.

Existen diversos síntomas que indicarían la existencia de problemas reales de salud. Si bien son necesariamente el "problema", simplemente proporcionan advertencias o alarmas sobre problemas potenciales. También en los grupos sociales, de distintos modos y por diferentes razones, comenzaron a desarrollarse situaciones iatrogénicas (es decir, circunstancias que enferman) como el individualismo exacerbado, el fanatismo, la intransigencia, el rigorismo, la victimización y la mitomanía. Quizás son síntomas, pero algo nos están diciendo.

Vivimos un tiempo muy duro, de dolor y de vergüenza, con escándalos, mentiras flagrantes, manipulación e incluso venganzas inescrupulosas. El mundo de la política, el ámbito de la Justicia, las relaciones laborales, las comunidades religiosas, los pasillos de la farándula. Hay realidades con un cierto modo etiquetador, ideologizante y simplista que se terminan "viralizando" y construyendo no una sino muchas enfermedades. En una sociedad cada vez más globalizada e interconectada, los procesos de conflictos sociales no pueden ser explicados únicamente desde una perspectiva economicista sino que derivan cada vez más de una problemática relacional. Y aquí entra cada persona.

Relaciones destructivas en las que unos, casi psicópatas socializados, aniquilan a otros; personas tóxicas que infectan a su paso cualquier grupo humano generando circunstancias sumamente perturbadoras, desequilibrantes y terriblemente estresantes para aquellos que las sufren. No se trata de "un problema de convivencia" o de "disparidad de criterios u opiniones", "simples desavenencias" entre los integrantes de una comunidad sino de un continuo y sutil ataque con intenciones maliciosas que producen una degradación psicológica y social. Negativismo, egolatría, ambigüedad, inseguridad, agresividad.

Hay actores sociales que contaminan los ambientes. En estos climas tóxicos se invisibilizan los aspectos positivos y se amplifica lo nocivo. Se profundiza la vulnerabilidad relacional, esa situación generada por la ausencia o por la debilidad de los vínculos sanos de inserción comunitaria.

En este marco, entonces, resulta imperioso construir un clima social positivo en el cual las personas sean sensibles a las situaciones difíciles de los demás y, al mismo tiempo, sean capaces de brindar apoyo emocional. Es la capacidad de los miembros de un grupo para resolver sus conflictos en forma dialogante y no violenta. Desintoxicarnos será la ciencia que deberemos aprender para escapar de la superficialidad y de la estupidez. Y aportar generosamente lo propio será la forma mágica para vivir en salud.

"Cierto día, un extraño hombre llamó a la puerta de una casa. La mujer que atendió se sorprendió al verlo. ¿Qué desea?, preguntó. Vengo a ofrecerle una piedra mágica que sirve para hacer sopa. Basta con hervirla para lograr la mejor sopa que haya probado en su vida, aseguró el hombre.

A la mujer sintió curiosidad y decidió hacer la prueba. Dejó pasar al hombre y puso una gran olla con agua sobre el fuego. Mientras se calentaba, la mujer corrió a contarles el gran suceso a sus vecinos, quienes se arremolinaron alrededor del fuego. Cuando el agua comenzó a hervir, el hombre arrojó la piedra mágica dentro de la olla y, ante la expectativa general, dio una probada. ¡Deliciosa! Un poco de carne le daría mejor sabor, comentó. Inmediatamente, una de las vecinas salió corriendo y volvió con un gran pedazo de carne. Quizás un poco de verdura también ayudaría, agregó el extraño. Varias vecinas fueron a buscar papas, zanahorias, zapallo y cebollas.

Mientras tanto, otros vecinos fueron trayendo platos, cubiertos y armaron un gran tablón. Todo el pueblo se había reunido alrededor del hombre que había llegado con la piedra mágica. Uno tras otro fueron recibiendo generosas raciones de la que resultó ser la más apetitosa sopa que habían probado en sus vidas".

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